Cada
día que en su ciudad hacía bueno quedaban para dar un paseo. Carla y Javi se
habían conocido en un trabajo que los dos odiaban y el cual les gustaría dejar.
A Carla le gustaba mucho Javi pero al principio de conocerlo, no sabía muy bien
de qué hablar con él. O como encontrar una situación en la que fuera cómodo
entablar un tipo de conversación tranquila. Si analizaba en profundidad la
situación lo que le pasaba no era causa de la timidez que en un pasado había
superado. Simplemente cuando veía a Javi tenía un ataque de pánico. Se sentía
muy mal y ridícula por ello pero Se
sentía inútil y sin valor ninguno. Pero ella ya había pasado muchas veces por
situaciones parecidas, podríamos decir que se movía por la vida entre ataque de
pánico y ataque de pánico desde que era bien jovencita. Así que ya no huía de
ellos nunca más los enfrentaba: sentía
sus piernas temblar, el cuerpo sudar, y la vista desenfocada; y cuando era
verano sentía también el calor de los sofocos que deben sentir las personas
menopáusicas. Pero ella seguía adelante sabía que todo eso no estaba pasando en
su cuerpo sino en su mente, y así, se tranquilizaba a sí misma. Hasta que el
día en que tuvieron una conversación medianamente larga llegó: Estaban en el
almacén en el que trabajaban cogiendo latas de refrescos para reponerlos. Y
hablaron de dónde eran cada uno, qué habían estudiado, que opinaban del trabajo
que hacían por el momento etc. La verdad es que una vez empezada la
conversación todo se sentía bastante normal y los nervios del ataque de pánico
se habían ido. Todo se había sentido muy bien los dos se sentían muy a gusto y
querían volver a tener más charlas como esas. El problema es que ese pequeño
tiempo en el que podían pararse a charlar un poco no se daba siempre. Entonces
Carla llegó a la conclusión de que debía ir un paso más allá y darle su número
de teléfono para que pudieran hablar todos los días. El momento llegó, era
aquel, y ella se había tranquilizado a sí misma y se había dicho que lo podía
hacer. Sin embargo por si acaso fallaba se había preparado el siguiente plan B:
una nota en la que había escrito, Hola este es mi número, si quieres hablar me
puedes agregar y una carita sonriente.
Estaban los dos en el almacén y no había nada
especialmente urgente que les requiriera mucha prisa a ninguno de los dos.
Entonces Carla intentó tranquilizarse al máximo decirse a sí misma que todas
las reacciones de su cuerpo estaban siendo psicosomáticas y que en realidad su
integridad física no estaba en peligro; respiró, volvió a respirar, pero cada
vez que miraba su cara simplemente no era capaz. Así que finalmente pasó
rápidamente al plan B. Muy sonrientemente le dio la nota y le dijo “toma, me
tengo que ir” y se fue hacia otra parte del enorme almacén rapidísimo. Javi se
quedó un poco desconcertado mientras miraba a Carla marcharse tan deprisa, y
cuando ya estaba bastante lejos abrió la nota. La leyó sonrió y agregó a Carla
a sus contactos.
Después
de muchas charlas por las redes sociales, algunas más largas y otras más
cortas. Algunas que podían durar horas y otras cinco minutos. Decidieron quedar
un día. El plan fue muy simple, solo pasearon y hablaron muchísimo y tomaron
café. Empezaron a quedar muy a menudo, y cada vez se echaban más de menos
si no se veían al menos una vez al día. Y así, pasaron las semanas. Un día en
el que como siempre pensaban verse, empezó a llover muchísimo, también hacía
viento, y caía algún rayo que otro. Javi habló con Carla como todas las mañanas
para ver a qué hora se iban a ver. Pero Carla le dijo que no quería salir, por
el tiempo, y que no pasaba nada si un día no se veían. Cuando Javi escuchó la
voz dulce y aguda de Carla decir eso, se entristeció muchísimo, empezó a sentir
que todo el cuerpo le pesaba más y no tuvo ánimo para hacer nada en todo el
día. Se pasó el día tirado en la cama hasta que llegó la hora de dormir. Se
sentía sin fuerzas y perdido, no llegaba a reconocer qué emoción se había
apoderado de su estado de ánimo porque realmente no era tristeza. Simplemente
se sentía muy débil y pensó que sería miedo al abandono. Desde que había
empezado a quedar con Carla se habían visto todos los días y eso era lo que más
le gustaba, lo que le motivaba. Hasta ahora no se había dado cuenta cuanta
fuerza y alegría le generaban esos encuentros en sí mismos. Pero ahora se había
hecho consciente de ello. Durante ese día sólo respondió a los mensajes de
Carla con excusas, diciéndole que se encontraba un poco mal y que necesitaba
descansar.
El
día siguiente fue soleado y tranquilo y volvieron a quedar. Javi se encontraba
mucho mejor sabiendo que volvería a ver a
Carla pero aún así aún le quedaba un poco de tristeza de lo que había
pasado el día anterior. Estuvieron muchas horas juntos: quedaron al mediodía;
fueron a un sitio bonito a comer, en el que estuvieron hasta la tarde; y después pasearon hasta casi entrada la
noche. Así que después de tantas horas Carla notó algo, una especie de desasosiego o cansancio, y le
preguntó si se encontraba bien.
Javi
le contestó cómo se había estado sintiendo y Carla le respondió que porque un
día no se vieran no cambia nada para ella. Y que algunas veces también
necesitaba estar sola. Él no supo cómo lo afrontaría en el futuro pero la
sensación de pena profunda se le calmó. Y cuando sintió ese descanso comprendió
que el miedo de ser abandonado había disminuido profundamente dentro de él.