Neutro
Hacía un día bastante bonito y soleado, estábamos
empezando una cuarentena debido a que eran tiempos de pandemia global y yo
vivía con dos compañeros de piso. La verdad que la única habitación que
teníamos en común era la cocina ni si quieras teníamos sala de estar
propiamente dicha por eso no compartíamos tanto tiempo. Sin embargo los tres
cocinábamos y sólo uno de ellos tomaba sus comidas en la habitación. Yo estaba
bastante tranquila llevando la situación lo más calmadamente posible y
aplicando todos los trucos y recursos que tenía para mantener mi ansiedad a raya.
Uno de mis compañeros se mantenía en su tono siempre neutral y educado pero
simplemente me había dicho que le estaba dando algo. Mi otro compañero de piso
siempre se notaba más o menos de qué modo estaba y por esos tiempos simplemente
no hablaba. Un día empezamos una conversación, yo le dije que estaba bastante
bien y desde ese punto de la conversación la cosa fue realmente mal. El
silencio volvió a reinar la mayoría del tiempo entre los tres. Y mi mayor
compañía era la gata del edificio que siempre me dejaba jugar con ella cuando
salía a la terraza a aliviar mi claustrofobia.
Filosófico
Siguiendo el principio de causalidad empirista el
sol salió como cada día. Nuestras libertades se hallaban secuestradas más
explícitamente que nunca debido a la cuarentena y el curso de la sociedad
global había cambiado debido a la pandemia. Yo me encontraba bastante liberada
y feliz de tener mi habitación propia, y por eso el hecho de no tener un salón
o cuarto de estar y compartir cocina con dos compañeros de piso no me
molestaba. Como sujetos humanos que necesitamos mantener el cuidado de nuestro
cuerpo, es decir lo que en conceptos arendtianos se diría hacer nuestras
labores, sólo uno de mis compañeros siempre comía aislado en su cuarto. En
cuanto a nuestras relaciones como animales políticos que somos con necesidades
de sociabilidad, podríamos decir que con uno de ellos se desarrollaban
mayoritariamente de una forma neutral y educada. Y con el otro dependía de su
estado de ánimo que siempre era bastante evidente, y por estos tiempos se
notaba que sus actitudes proposicionales (a saber: intenciones, creencias o
deseos) estaban bastante afectados por todo lo ocurrido ya que no articulaba
palabra. Sin esperarlo un día surgió la conversación que derivo en afasia. Y
esta misma fue la que predominaba en el ambiente social en el que vivíamos
estos tres sujetos, seres arrojados al mundo. El único otro ser arrojado al
mundo el cual no sé muy bien si se consideraría un sujeto o no era el gato que
siempre se dejaba acariciar cuando paseaba causalmente por la terraza.
Fantasmagórico
El sol pálido y cegador cubría el cielo ese día,
todos estábamos confinados en nuestros edificios sintiendo las energías que en
la mayoría de ellos se encierran (sin ser vistas más que nunca) debido a la escena social del momento. Aquella
cocina y su debido altar asiático, lleno de deidades rodeadas de frutas y velas
era la única estancia común, y por eso no pasábamos tanto tiempo juntos. Yo
sentía que algo dentro de mi quería asomarse como un pequeño espiritucillo,
pero yo no le dejaba salir. Ese monstruo reprimido dentro era mi ansiedad invisible
pero latente, había aprendido muchos recursos para mantenerla controlada y los
estaba usando todos. Uno de mis compañeros de piso el cual siempre mantenía su
mala aura dentro y escondida simplemente lleva su fantasmita de la mano
chillando lo más aguda e inaguantablemente posible. Mi otro compañero siempre
llevaba sus fantasmillas al aire. Tenía varios, algunos eran simpáticos y
chistosos, otros chillaban al igual que el que he mencionado anteriormente
insoportablemente, algunos eran incluso resabidillos o irrespetuosos. Los que
ahora llevaba a su alrededor simplemente eran la cara del miedo, y el vacío.
Iban callados sin apenas hacer ningún ruido pero se podía sentir el peligro
alrededor de ellos. Cuando salía a la terraza a acariciar a los gatos del
edificio eran los únicos que llevaban a sus monstruos simpáticos y distraídos
que no juzgaban ni amenazaban a nadie.
Olfativo
Era un bonito día
soleado y se podía oler en las calles el ambiente postapocalíptico de la
pandemia y yo compartía piso con dos compañeros. La única estancia común que
teníamos era aquella cocina que siempre desprendía olor a viejos muebles
limpios pero no muy cuidados. Habría sido de esperar que aquel altar asiático
pudiera oler a incienso a cítrico, pero inesperadamente era tan inoloro como
llamativo para alguien occidental. El aroma de las carnes especiadas italiana
se solía mezclar con las de las mezclas de quesos y verduras rumanas y algunas
veces con los anodinos olores de mis platos de supervivencia. Yo me mantenía en
mi cuarto bastante tranquila aplicando mis recursos de aromaterapia, los cuales
consistían en poner unas gotas de aceite esencial de naranja dulce para aliviar
el estrés. También hacía algunas cosas de otra índole que me ayudaban a calmar
mi ansiedad. Se olía fácilmente que mi compañero más educado y neutral
simplemente no podía manejar sus nervios. Mientras que mi otro compañero al que
siempre se le veía el modo en que estaba, simplemente no hablaba. Una vez
empezamos una conversación y yo le dije que estaba bastante bien; desde aquel
entonces no hubo más palabras en aquella cocina no tan mal oliente como parecía
a la vista. Cuando salía a la terraza y sentía aquella leve fragancia de gatito
casero y carretera bastante aseada, tenía la sensación de que era el momento
del día en el que más acompañada estaba.
Yo ya
La lluvia dijo yo ya y
lucía un resplandeciente día soleado. Y en la calle el ambiente normal de ir al
trabajo se había parado y la tierra
cansada de de soportar a la gente y sus ritmos de vida había soltado un virus
pandémico global. La cocina era la única habitación que teníamos en común,
tampoco teníamos sala de estar, así que no pasábamos mucho tiempo juntos. Dos
de nosotros tomábamos todas nuestras comidas en la cocina pero el otro
compañero parecía hastiado de la vida social y siempre las tomaba en su cuarto.
Debido a mi pasado de persona my ansiosa, había dado por muerta mi ansiedad
usando todos los recursos que sabía y me mantenía bastante positiva. Uno de mis
compañeros el cual siempre se mantenía neutral y educado, estaba a punto de
explotar de los nervios. Mi otro compañero el cual siempre era bastante
evidente de qué humor se encontraba había parado de hablar. Al tener una
conversación en la que le dije que yo me mantenía bastante positiva ante la
situación, el pareció decir para sí mismo: yo ya. Y desde ahí todos estuvimos
en silencio. Mis mayores ratos de compañía desde entonces, eran cuando salía a
la terraza a acariciar a la gata del edificio, para aliviar mi claustrofobia.
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