lunes, 6 de abril de 2020

Historia en diferentes estilos


Neutro
Hacía un día bastante bonito y soleado, estábamos empezando una cuarentena debido a que eran tiempos de pandemia global y yo vivía con dos compañeros de piso. La verdad que la única habitación que teníamos en común era la cocina ni si quieras teníamos sala de estar propiamente dicha por eso no compartíamos tanto tiempo. Sin embargo los tres cocinábamos y sólo uno de ellos tomaba sus comidas en la habitación. Yo estaba bastante tranquila llevando la situación lo más calmadamente posible y aplicando todos los trucos y recursos que tenía para mantener mi ansiedad a raya. Uno de mis compañeros se mantenía en su tono siempre neutral y educado pero simplemente me había dicho que le estaba dando algo. Mi otro compañero de piso siempre se notaba más o menos de qué modo estaba y por esos tiempos simplemente no hablaba. Un día empezamos una conversación, yo le dije que estaba bastante bien y desde ese punto de la conversación la cosa fue realmente mal. El silencio volvió a reinar la mayoría del tiempo entre los tres. Y mi mayor compañía era la gata del edificio que siempre me dejaba jugar con ella cuando salía a la terraza a aliviar mi claustrofobia.

Filosófico
Siguiendo el principio de causalidad empirista el sol salió como cada día. Nuestras libertades se hallaban secuestradas más explícitamente que nunca debido a la cuarentena y el curso de la sociedad global había cambiado debido a la pandemia. Yo me encontraba bastante liberada y feliz de tener mi habitación propia, y por eso el hecho de no tener un salón o cuarto de estar y compartir cocina con dos compañeros de piso no me molestaba. Como sujetos humanos que necesitamos mantener el cuidado de nuestro cuerpo, es decir lo que en conceptos arendtianos se diría hacer nuestras labores, sólo uno de mis compañeros siempre comía aislado en su cuarto. En cuanto a nuestras relaciones como animales políticos que somos con necesidades de sociabilidad, podríamos decir que con uno de ellos se desarrollaban mayoritariamente de una forma neutral y educada. Y con el otro dependía de su estado de ánimo que siempre era bastante evidente, y por estos tiempos se notaba que sus actitudes proposicionales (a saber: intenciones, creencias o deseos) estaban bastante afectados por todo lo ocurrido ya que no articulaba palabra. Sin esperarlo un día surgió la conversación que derivo en afasia. Y esta misma fue la que predominaba en el ambiente social en el que vivíamos estos tres sujetos, seres arrojados al mundo. El único otro ser arrojado al mundo el cual no sé muy bien si se consideraría un sujeto o no era el gato que siempre se dejaba acariciar cuando paseaba causalmente por la terraza.
Fantasmagórico
El sol pálido y cegador cubría el cielo ese día, todos estábamos confinados en nuestros edificios sintiendo las energías que en la mayoría de ellos se encierran (sin ser vistas más que nunca)  debido a la escena social del momento. Aquella cocina y su debido altar asiático, lleno de deidades rodeadas de frutas y velas era la única estancia común, y por eso no pasábamos tanto tiempo juntos. Yo sentía que algo dentro de mi quería asomarse como un pequeño espiritucillo, pero yo no le dejaba salir. Ese monstruo reprimido dentro era mi ansiedad invisible pero latente, había aprendido muchos recursos para mantenerla controlada y los estaba usando todos. Uno de mis compañeros de piso el cual siempre mantenía su mala aura dentro y escondida simplemente lleva su fantasmita de la mano chillando lo más aguda e inaguantablemente posible. Mi otro compañero siempre llevaba sus fantasmillas al aire. Tenía varios, algunos eran simpáticos y chistosos, otros chillaban al igual que el que he mencionado anteriormente insoportablemente, algunos eran incluso resabidillos o irrespetuosos. Los que ahora llevaba a su alrededor simplemente eran la cara del miedo, y el vacío. Iban callados sin apenas hacer ningún ruido pero se podía sentir el peligro alrededor de ellos. Cuando salía a la terraza a acariciar a los gatos del edificio eran los únicos que llevaban a sus monstruos simpáticos y distraídos que no juzgaban ni amenazaban a nadie.

Olfativo
Era un bonito día soleado y se podía oler en las calles el ambiente postapocalíptico de la pandemia y yo compartía piso con dos compañeros. La única estancia común que teníamos era aquella cocina que siempre desprendía olor a viejos muebles limpios pero no muy cuidados. Habría sido de esperar que aquel altar asiático pudiera oler a incienso a cítrico, pero inesperadamente era tan inoloro como llamativo para alguien occidental. El aroma de las carnes especiadas italiana se solía mezclar con las de las mezclas de quesos y verduras rumanas y algunas veces con los anodinos olores de mis platos de supervivencia. Yo me mantenía en mi cuarto bastante tranquila aplicando mis recursos de aromaterapia, los cuales consistían en poner unas gotas de aceite esencial de naranja dulce para aliviar el estrés. También hacía algunas cosas de otra índole que me ayudaban a calmar mi ansiedad. Se olía fácilmente que mi compañero más educado y neutral simplemente no podía manejar sus nervios. Mientras que mi otro compañero al que siempre se le veía el modo en que estaba, simplemente no hablaba. Una vez empezamos una conversación y yo le dije que estaba bastante bien; desde aquel entonces no hubo más palabras en aquella cocina no tan mal oliente como parecía a la vista. Cuando salía a la terraza y sentía aquella leve fragancia de gatito casero y carretera bastante aseada, tenía la sensación de que era el momento del día en el que más acompañada estaba.
Yo ya
La lluvia dijo yo ya y lucía un resplandeciente día soleado. Y en la calle el ambiente normal de ir al trabajo se había parado y  la tierra cansada de de soportar a la gente y sus ritmos de vida había soltado un virus pandémico global. La cocina era la única habitación que teníamos en común, tampoco teníamos sala de estar, así que no pasábamos mucho tiempo juntos. Dos de nosotros tomábamos todas nuestras comidas en la cocina pero el otro compañero parecía hastiado de la vida social y siempre las tomaba en su cuarto. Debido a mi pasado de persona my ansiosa, había dado por muerta mi ansiedad usando todos los recursos que sabía y me mantenía bastante positiva. Uno de mis compañeros el cual siempre se mantenía neutral y educado, estaba a punto de explotar de los nervios. Mi otro compañero el cual siempre era bastante evidente de qué humor se encontraba había parado de hablar. Al tener una conversación en la que le dije que yo me mantenía bastante positiva ante la situación, el pareció decir para sí mismo: yo ya. Y desde ahí todos estuvimos en silencio. Mis mayores ratos de compañía desde entonces, eran cuando salía a la terraza a acariciar a la gata del edificio, para aliviar mi claustrofobia.


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