Hola como ya dije iré publicando aquí una capítulo al mes aprox. También intentaré postear la traducción si tengo suficiente tiempo y/o energías. Puede que haya pequeñas modificaciones de los capítulos en el futuro, pero no creo que sean muy grandes.
Muchas gracias si alguien lo lee.
1.
Suelo dormir muy tranquilo en casa
de mi abuelo que es donde me he “independizado”, es decir dónde me he venido
para dejar la casa de mis padres. Mi
abuelo es técnicamente mi compañero de piso porque pagamos el alquiler de este
piso en un barrio cerca del centro entre los dos. Yo estoy muy contento de
poder ayudar a mi abuelo con el alquiler y al mismo tiempo poder tener cierta
independencia económica, que me permite no estar a merced de lo que mis padres
crean mejor para mí. El barrio me gusta mucho, hay unos parques bastante
grandes dónde a veces no hay nadie o sólo
adolescentes jugando al football. No hay mucho tráfico y eso es algo que me
aligeraba mucho la vida por mi fobia a
los coches y a que alguien me lance a la carretera y morir atropellado. La atmósfera de comunidad hace esta zona más especial que otras de la
ciudad para mí. Al centro comunitario de tiempo libre he ido un montón de veces,
sobre todo a las clases de pinturas con la señora Ramoncina. Se me da fatal
pero ella nunca me lo dice sólo me ignora bastante, viene a ayudarme y cuando
ya no puede decirme nada bueno sólo me sonrie y se va. También tenemos un
centro que integra un gimnasio con la biblioteca, por supuesto yo tengo el
carné de socio. Voy a pilates, yoga y zumba todo es bastante amigable y no profesional
en mi caso concreto. Hay gente profesional y mazada que me respeta y sonríe
pero no compartimos muchas cosas con respecto a nuestra actividad deportiva. Yo
a veces me quedo mirando sus músculos con curiosidad analizando la estructura
de esas superficies fibradas del cuerpo que tienen como entidad propia al poder
incluso moverse. Nunca he sentido como es tener algo así en mi cuerpo y por eso
no puedo evitar quedarme mirando, y bueno, a veces recibo malas palabras de mis
compañeros del gimnasio pero la verdad es que no me importa.
Vivir con mi abuelo me encanta, mi abuelo y yo somos amiguísimos. Siempre desayunamos café y tostadas juntos, menos los domingos que él siempre trae porras del quiosco de Domingo. Durante el día no compartimos mucho tiempo porque yo tengo que trabajar y él hace sus investigaciones de psicomagia. La psicomagia es una técnica para sanar los traumas que mezcla la sabiduría y los retos chamánicos con la psicología occidental. Es una especie de psicoanálisis a la inversa según me explicó my abuelo. El psicoanálisis trata de llevar las cosas del inconsciente, del mundo de los sueños al consciente, y la psicomagia trata de llevar las cosas racionales y conscientes al mundo de lo onírico y lo poético. Para ello hay que hacer unos rituales poéticos relacionados con los traumas de forma que nunca causen daño ni a uno mismo ni a los demás. Mi abuelo dice que él está experimentando con el arte de la psicomagia y que de momento le ha ayudado bastante, que cuando sepa aún más me ayudará con mis cosas y me dirá como practicarla yo solo. Pero que para eso primero tenía que formarse más. Alguna vez me explicó algunos actos de psicomagia que eran de los más simples y que yo podía inventarme alguno parecido si quería y él me ayudaría a llevarlo a cabo. Por ejemplo uno de los más sencillos era dibujar un circulo con tu nombre dentro y alrededor del círculo escribir todas las cosas de las que te querías proteger y así, podías incluir también dentro del circulo a otras personas a las que quisieras proteger. Para inventar estos pequeños rituales primero tenías que saber cuál era tu verdadero miedo y luego inventarte el acto poético para llevar el mundo racional al onírico. Así que yo una vez intenté hacer algo para calmar uno de los miedos que menos me importaba de los muchos que tenía: mi miedo a las alturas. Así que escribí en un trozo de pan bimbo: “un día volaré y veré el suelo desde la misma altura que lo hacen las palomas y seré feliz”. Y fui al parque a darles ese pan a las palomas. Después de eso había que escribir en un papel el acto y cómo había sido tu experiencia haciéndolo. Se suponía que si lo hacías con alguien más tenías que escribir una carta para la otra persona. Yo ignoré a mi abuelo y lo hice yo solo. Luego fui a mi casa y escribí que me había sentido extraño pero a la vez liberado haciéndolo (poner si luego le funcionó no para superar su miedo a las alturas). Mi abuelo era profesor de psicología de la universidad jubilado, así que ya sabe bastante a cerca de las corrientes de la psicología occidental mayoritarias. Ahora se está centrando en investigar las influencias de los chamanes que tiene la psicomagia. Por ahora me ha hablado de una Chamana a la que el creador de la psicomagia fue a visitar en México, que se llamaba Panchita. Esta Chamana, creía como todos los chamanes en el poder de la brujería y lo sobrenatural. En el poder que tienen los símbolos y lo signos. Y su perspectiva del mundo es que la racionalidad occidental que establece que hay un sujeto que puede estudiar y entender nítidamente cómo funcionan los mecanismos del objeto de estudio no existe. Por lo tanto ella probó a hacer simulaciones de operaciones reales a sus pacientes para ver como sus cuerpos reaccionaban a éstas. Ella utilizó olores, herramientas, sonidos, imágenes que se utilizaban en las operaciones físicas para recrearlas de modo simbólico i onírico. También mi abuelo me explicó algo que decía esta chamana sobre utilizar las energías para mover los puntos de encaje. Que si se conseguía un nivel de conciencia muy elevado mediante las energías se podían mover los puntos de encaje de los cuerpos y realizar operaciones muy grandes. La verdad que esto último no lo entendí mucho, en el sentido de que no comprendí cómo debía ser ese estado de alta conciencia de la mente y esos puntos de encaje del cuerpo. Eran dos conceptos que me costaban ver en mi mente. Aparte de hablar de todas estas cosas de las investigaciones, hacemos cosas sencillas que me encantan compartir con mi abuelo: Por la noche siempre vemos buenos programas o películas. Nuestro programa favorito se llama el cohete de lo inescrutable y trata de las preguntas filosóficas y cosmológicas que el ser humano no es capaz de resolver. Las películas nos cuestan bastantes de elegir. Y mi abuelo se quedaba durmiendo la mayoría de las veces a los diez minutos, aunque finge estar despierto, porque si no sabe que yo lo veo como una traición, por no estar conmigo en ese momento del día en el que yo siempre quiero estar en la compañía de mi abuelo que tan seguro y tranquilo me hace sentir. Los fines de semana los paso con mi novio pero entre semana siempre con él.
A mi novio lo conocí trabajando en
el paellador, es una historia bastante normalita de dos chicos gays que se
conocen en un trabajo precario. Lo más importante en este momento para mí es
hablar de mi carrera, de cómo va y de cómo la enfoco hacia el futuro. Bien, mi
sueño sería tener un restaurante vegetariano con una gran carta vegana que
fuera sustentable con el medio ambiente y en el que la mayoría de productos
fueran de kilómetro cero producidos por empresas que ofrecieran productos de
buena calidad y trato justo a sus trabajadores. Tengo muchas ideas pensadas:
locales pensados dónde podría empezar, empresas que podrían ser mis
proveedores, instalaciones que necesitaría etc. Sin embargo como es fácil de
intuir, no lo hago porque aún no tengo suficiente dinero ahorrado. Muchas veces
le he comentado la idea a mi novio, pero no pone mucha atención ni ilusión,
simplemente me sigue la conversación porque sabe que es algo que me importa.
Pero yo se que él no es una persona que haga muchos planes de futuro le gusta
su vida sencilla fregando platos en el paelllador entre semana y yendo a clases
de artes marciales los fines de semana. La verdad que entrena duro en Karte aún
es cinturón naranja pero en taekwondo ya va por el azul. Como a mi novio no le
interesa mucho mi proyecto con quién más suelo hablar de ello es con mi mejor
amiga Nuria.
Ella trabaja en una empresa de
seguros, el típico primer trabajo de persona joven que ha estudiado recursos
humanos y relaciones laborales. Después de algunos meses teniendo como único
cliente a su padre y repartiendo flayers por la calle a personas que le huían a conseguido que su jefe le dé un trabajo que consiste en hacer entrevistas
para contratar a gente a comisión. Ella está bastante contenta a la vez que
cansada. Pero siempre he pensado que se siente bastante bien la combinación de
esos dos sentimientos. El cansancio feliz es un buen estado de la mente.
Nuria y yo hemos hablado varias
veces de mi proyecto , y ella siempre me escucha con atención y empatía, se
intenta poner en mi situación, yo veo su esfuerzo en ella y por eso nunca me
decepcionan sus opiniones aunque a veces no me gusten o sienta que no ha
entendido del todo mi idea. También lo valoro mucho porque sé que ella no se
parece mucho a mi en el sentido de que nuestros objetivos suelen ser bien
diferentes. Así hablando en general de objetivos. A ella no le interesa la
comida y mucho menos el sector de la hostelería, ni sabe nada de empresas que
puedan ser proveedores de calidad o de cuántos kilómetros es el producto del
que estoy hablando. Sin embargo siempre me dice buenas ideas sobre cómo debería
ser el proceso para contratar a mis empleados, como debería ser el marketing y
al estética del logo, las ofertas de lanzamiento. Según ella la estética
debería ser rojo y el verde, y el logo un pimiento rojo, una zanahoria y una
cebolla. La idea es que el sofrito tradicional de nuestra zona se vea en el
logo y la gente sienta el olor y el sabor de siempre en un segundo. Algunos de
las ofertas de lanzamiento que me dijo he de reconocer que me encantaron: la de
que te la den con queso, que básicamente consistía en regalar queso cada vez
que alguien pedía una bebida o tapa; o la de horchata/ leche preparada infinita
a la hora del desayuno y de las meriendas. Como no teníamos máquina automática
de servir las bebidas nos habíamos imaginado dos bidones grandísimos de
horchata y leche preparada con un grifito para que la gente se pudiera rellenar
el vaso libre y tranquilamente cuando quisieran. A mí eso me hacía muchísima
ilusión. Otra oferta que se nos había ocurrido a los dos juntos aunque no era
de lanzamiento ni nada era la de muffins con relleno a elegir. Mi idea era
crear un sistema de relleno de muffins
sofisticadísimo en el que se injertaría el relleno con una jeringuilla
de hostelería, y el relleno debería ser bastante bueno, en el sentido de
mezclar varios sabores que no fueran los típicos. Por ejemplo: crema catalana
con mini tropezones de galleta, fruta deshidratada con nueces o cacahuetes. Y mí
preferido, el muffin salado con versión vegana con queso hecho de anacardos y
calabizo (un no chorizo hecho de calabaza con especias). Una vez hablando con
Nuria de mí idea del calabizo me dijo: “así como el hummus así todo esparcido
por dentro del muffin pero con calabizo.” Eso es una cosa de las que más me
gustan de ella porque aunque no entienda las cosas (como pasaba en este caso,
porque el calabizo tiene forma y sabor de chorizo y está casi igual de duro que
el chorizo pero hecho con calabaza) ella pone mucho empeño en entenderlo o
hacer que lo ha entendido. Nunca tiene una actitud de indiferencia cínica
prepotente tan normalizada hoy en día. Es bastante de agradecer. Lo único que
me parece un poco triste o negativo es que a veces tiene racismo interiorizado,
en el sentido en el que todos lo tenemos. La sociedad entera se sostiene en él.
Pero a mí me da pena ver que mi amiga ha venido a estudiar a Europa tenga que
odiarse a escondidas por no ser europea. La verdad que los privilegios que yo
tengo por serlo, y todos los europeos tenemos son bastante grandes aunque no nos
demos cuenta algunas veces. Pero aún así a veces me es difícil entender el racismo
en una persona racializada. Aunque esta nueva palabra la veo bastante racista
en sí misma. “Un persona racializada” ¿con respecto a qué otra persona? ¿Cuáles
son las personas no racializadas? ¿Las personas occidentales?
…
Un día llegué a mi casa llorando,
por algo que me había pasado en el paellador. No se lo quise contar a mi abuelo
porque no quería preocuparle, realmente no era tan grave, supongo pero yo a
veces sentía que no podía aguantar más. Mi tarea allí se suponía que era la de
ayudante de cocina y que eso significaba que tenía que hacer la parte fácil del
proceso. Las tareas que un chef podría hacer sin mirar y que por lo tanto se
supone que son una pérdida de tiempo para ellos. Es decir, pelar y picar frutas
y verduras y cortar y preparar cosas en
general. Cuando empecé a trabajar allí eso era lo que hacía y yo estaba muy
contento allí. Una vez que aprendí y sabía hacerlas rápido disfrutaba haciendo
esas pequeñas tareas y además en cuanto gané un poco de agilidad ya me daba
tiempo para hacer otras cosas como hablar con Pau (mi novio). Sin embargo
cuando empezó la primavera y empezaba a acercarse el verano me pusieron también
de camarero y ahí es donde empezó a torcerse todo. Tenía que hacer las dos
tareas a la vez y no podía con todo. Como cometía bastantes errores la gente
empezó a ser más hostil, incluso a veces maleducada conmigo. Así me tiré varios
meses hasta que un día mi abuelo que había notado todo el estrés que estaba
pasando, se sentó a hablar conmigo y a preguntarme qué me pasaba. Mi abuelo mi
había escuchado llorar en mi cuarto algunas noches, y también notaba que mis
respuestas cuándo me preguntaba sobre cómo me había ido el día eran más cortas
y diferentes. Yo siempre le explicaba
con bastantes detalles las cosas que habían pasado durante el día y mi abuelo
me decía su opinión o nos echábamos unas buenas risas. Últimamente sólo
contestaba con monosílabos y me iba lo más rápidamente que podía a mi cuarto.
Entonces después de sobre dos mese
y medio así, un día mi abuelo llamó a la puerta de mi cuarto después de cenar.
Yo estaba tumbado en la cama intentando relajarme viendo algo. Mi abuelo se
sentó en la silla del escritorio y me dijo:
-Antonio,
¿cómo te encuentras? Yo le respondí que
a qué se refería, qué cómo me encontraba de qué. Y él me dijo que cómo me
encontraba en general. Yo le dije: -no puedo más abu.- Y me puse a llorar. Le
expliqué todo lo que había pasado en el paellador y él me escuchó hasta que
acabó mi relato entre lloros y ahogamientos. No era nuevo para ninguno de los
dos. Mi abuelo había sido una persona muy importante para mí, desde muy pequeño
y había estado a mi lado en muchísimas más malas situaciones antes. Siempre
hacía lo mismo, utilizando sus habilidades de psicólogo supongo: Me escuchaba
hasta que yo ya no tenía nada más que decir después me respondía cosas muy
simples con una voz muy calmada y tranquila. Él y yo ya habíamos hablado antes
de por qué estaba en ese trabajo y que mi verdadero objetivo era abrir mi
propio restaurante, con los conceptos y objetivos que a mí me gustaban. También
le había explicado un montón de ideas de las que habíamos Nuria y yo. Así que
me dijo, -Bueno podrías centrarte en el proyecto que tienes en la cabeza desde
hace bastante tiempo, per empezando por algo más simple. –Más simple,¡¿cómo?!- dije
yo.-Bueno podrías abrir un pequeño local con el mismo concepto que tienes en
mente pero que ofrezca sólo comida para llevar. Si el presupuesto es más bajo
yo podría dejarte dinero que he estado ahorrando por si al final me compraba
una granja. -¿y por qué no te has comprado una granja? -Bueno no sé, de momento
estaba bien compartiendo piso contigo. –Pero abuelo si fracaso llevaré siempre
en mis hombros el peso de que perdí el dinero de la granja.-No te preocupes
Antonio el dinero se puede ganar y perder pero el tiempo nunca se recupera. Así
que si pasamos este tiempo que tenemos juntos trabajando en el proyecto que has
creado, el cual me gusta mucho y creo que yo también podré disfrutar trabajando
en él, merecerá la pena, incluso si fracasamos. –Tengo mucho miedo
abuelo.-Tranquilo, podemos hacerlo si estamos juntos, confiamos el uno en el
otro y nos comunicamos bien. –Pero ya sabes lo que me pasa cuando siento mucho
estrés abuelo. –Nuria y yo te ayudaremos a hacer todo y cuando sientas que ya
no puedes con ello siempre podrás descansar y yo me haré cargo de todo. Estoy
jubilado no tendría otra actividad más importante que esa. Yo lo visualizo en
mi mente Antonio, tengo mucha ilusión. La verdad que tenía el mejor abuelo del
mundo. A veces lloraba en mi cuarto pensando en qué haría cuándo se muriera. Me
asustaba muchísimo de verdad que no sabía si podría vivir sin él. Pero él me
había enseñado que el agradecimiento siempre curaba el ánimo y quitaba los
pensamientos deprimentes. Empecé a imaginarme cuán agradecido estaba al
universo por tener a mi abuelo y me salieron dos lágrimas de alegría. Creo que
era la segunda vez en mi vida que lloraba de alegría. La primera fue una vez
subiendo un monte porque el cansancio me estaba matando y cuando vi que había
llegado a la cima me salieron de los ojos como cuando estornudas o algo así. Como
del esfuerzo pero también de que no me podía creer que no me había muerto.
Mi abuelo no pudo notar mis dos lágrimas
secándose rápidamente porque no estaba
tan cerca de mí. Pero él sabía el efecto que sus palabras tenían en mí, sabía
que todo lo que me estaba diciendo estaba calmándome y llenándome poco a poco
de esperanza y fuerza. –Vale abuelo, ¿podemos pensarlo mañana? –Claro Antonio.
Se acercó a la cama y me dio un abrazo.
Los dos nos fuimos a dormir. Cuando
nos despertamos nos dimos un abrazo antes de comenzar nuestra rutina normal del
desayuno. Mientras mi abuelo preparaba café para los dos, me dijo que le podía ir
comentando la idea a Nuria, que ella también me daría ideas muy útiles a parte
de las que tenía él. Yo le dije –vale abuelo, y corté la conversación.
Al igual que me ayudaba mucho la
idea de pensar que había una posible alternativa a mi trabajo precario, también
me agobiaba pensar en todo el proceso que tenía que seguir. Cuando tenía que
hacer cosas complicadas siempre me solía pasar lo mismo: intentaba crear en mi
mente una lista de pasos para seguirlos ordenadamente, pero luego las cosas
nunca se daban en ese orden sino que todo pasaba a la vez y me quedaba sin
saber qué hacer. Tenía mucho miedo de que eso me volviera a pasar como muchas
otras veces anteriormente me pasó. No le decía nada ni a Nuria ni a mi abuelo
porque me sentía culpable, pensaba que ellos no tenían la responsabilidad de
cuidar de mi, ni de mis proyectos profesionales, ni de lo que yo hacía o dejaba
de hacer en el terreno laboral, pero aún así ellos ponían todo su esfuerzo en
ayudarme y en lo que yo consideraba “estar ahí para mí”. Ellos eran las únicas
dos personas que siempre lo habían estado y yo en el fondo de mi corazón creía
solemnemente que siempre lo estarían. Nunca lo habían estado mis padres,
hermanos u otro muchos a los que sinceramente había considerado amigos en el
pasado. Por eso no me permitía contárselo a ellos, y por supuesto a nadie más.
Si no consideraba correcto contárselo a las dos personas favoritas de mi vida,
como iba a considerar contárselo a cualquier amigo/conocidillo de tres al
cuarto.
Después de desayunar con mi abuelo
como era sábado pasé el día con mi novio.
Aunque ya le había contado a Nuria
más o menos por teléfono lo de mi abuelo, quedamos el domingo para pasar el día
juntos y también para hablar de ello más detalladamente. Nuestros planes de
domingo normales solían ser ir a comer o cocinar juntos y ver alguna película
bastante mala, a no ser que se diera la improbable circunstancia de que
encontráramos una buena y al mismo tiempo nos apeteciera verla. Muchas veces
las películas buenas eran demasiado trabajo y no permitían descansar la mente
como se merecía, en un domingo vago. Nuestro plan para ese domingo fue quedar
para desayunar en nuestro bar favorito El rincón de Juana, que tenía las
mejores tostadas con tomate de la ciudad y un zumo de naranja buenísimo. Ni si
quiera tenían la típica máquina gigante de hacer zumos, sino que lo hacían con
un exprimidor manual. Era un poco lento y la verdad que no creo que el
exprimidor en sí fuera la causa de que el zumo estuviera tan bueno, sino las
naranjas. Pero de cualquier manera toda la comida de ese sitio estaba
buenísima. Muchas veces lo sentía como una inspiración para mis propios planes
de negocio. Me encantaba ir a sitios así porque disfrutaba a la vez que
aprendía. Durante el desayuno le estuve explicando a Nuria que me gustaría ir a
su casa y que todas las ideas que se nos fueran ocurriendo me gustarías
ponerlas en orden escritas, porque si no se me armaría un desorden mental con
el que no podría lidiar. Ella me dijo que vale, que era una buena idea. Yo
intenté alargar el desayuno lo máximo que pude porque el momento de afrontar
todo ese trabajo, que para mi suponía tanta, responsabilidad, incertidumbre,
coordinación, culpa, por lo que suponía para los demás etc. Me producía un
estrés que cada vez iba más. Estaba ya cerca de convertirse en pánico, pero yo
simplemente no decía nada. De hecho, aunque fuera triste los ataques de pánico
ya estaban bastante integrados en mi
vida. Podía estar teniendo un ataque de pánico en medio de un día de ir
a hacer recados, de una situación novedosa, o de una situación en la que sí que
corriera un peligro real. El peligro si era real o no, no contaba mucho la
verdad. En mi mente se sentía el peligro de muerte igual.
Cuando llegamos a casa de Nuria nos
sentamos en la mesa del comedor que era
muy grande. La primera idea principal que apuntamos es que mi abuelo se
encargaría de la producción y organizar los presupuestos, ella del marketing y
yo del concepto es decir de las ideas de los productos que quiero ofrecer a los
clientes, la calidad, qué tipo de marketing quiero ofrecer etc. También
establecimos que mi abuelo y yo éramos los directores y que todas las últimas
decisiones tenían que pasar por ambos.
Después de decidir todo eso,
pensamos que ya habíamos trabajado suficiente y nos pusimos a cocinar una sopa
de pollo con verduras. Yo me dije a mi mismo que mañana, al ser lunes empezaría
a mirar locales, alquiler de máquinas, contactos de proveedores etc. Aunque
realmente podríamos haber trabajado más, me sentía bastante satisfecho e
ilusionado con lo que habíamos hecho. Así que me dormí tranquila y fácilmente.