3
Mi abuelo me había dicho que lo
mejor que podía hacer ese día era tomármelo de descanso, puesto que él pensaba
que el estrés había influido mucho en lo que me había pasado. Yo lo he había
contando que vi a alguien en el autobús que iba disfrazado de persona normal
con un cuchillo pero que en realidad el me hablaba a mí como si fuera el
demonio. Entonces por la noche mi abuelo se sentó en el sofá conmigo y en un
tono muy tierno y calmado me dijo: -Antonio, lo que has tenido es un brote
psicótico, un tipo de paranoia. Y podemos intentar solucionar las cosas desde
la medicina normalizada, con medicación y todas esas cosas, o intentar hacer un
ejercicio de psicomagia. Lo que sabes que estado estudiando recientemente. Yo
estaba apoyado en el pecho de mi abuelo y él me rodeaba los hombros con los
brazos. Cuando miró hacia abajo vio las lágrimas que me rodaban de los ojos
hasta la boca. –Lo que tú digas abuelo, lo que tú creas que es mejor, yo no lo
sé. Dije yo sollozando. -Tranquilo Antonio esto que te ha pasado se puede
tratar de muchas maneras y tiene varios tipos de soluciones, y mientras
encontramos la mejor yo voy a estar siempre aquí apoyándote. No tienes que
preocuparte, yo creo que lo mejor sería tratarlo con psicomagia pero ahora los
dos tenemos que descansar. Recuperar la energía que nos ha supuesto
encontrarnos con esta nueva realidad, y sobre todo tu tienes que descansar de
haberla vivido. Cuando los dos estemos preparados te contaré lo que creo que
podríamos hacer, ¿vale? –Vale. Y me quedé allí llorando en el pecho de mi
abuelo bastante tiempo.
Unas horas después, sobre la hora
de cenar mi abuelo empezó a contarme todo el plan: -Vale Antonio, este es el
ritual de psicomagia que he pensado que podría funcionar para el problema que
estamos teniendo. Quiero que sepas que yo voy a estar todo el rato pendiente de
todo, como podríamos decir “director del ritual” pero sobre todo como tu
abuelo. Así que en cualquier momento no dudes en preguntarme lo que quieras, o
en parar de hacer cualquier cosa si no te sientes bien haciéndola. ¿De acuerdo?
–De acuerdo.
Bien, Al haber visto ese ser con
apariencia de hombre con un cuchillo, que en realidad según me dijiste es el
demonio, tendremos que ir al autobús con un animal muerto que compremos en la
carnicería, es decir un pollo o un conejo y abrirlos y cortarlos como si los
necesitáramos para el cocido. Para que nuestra mente capte el mensaje de que no
tenemos miedo a lo que ese hombre sea, si es demonio o satán o lo que sea,
tendremos que llevar algo que simbolice el demonio. ¿Qué objeto pequeño
podríamos llevar que simbolice el demonio para ti Antonio? Yo dije todo
inseguro, y casi tembloroso: -¿Una cruz boca abajo? –Sí, perfecto eso nos
servirá seguro. ¿Cuándo te gustaría hacerlo? Yo pienso que cuanto antes mejor.
¿Mañana por la mañana? –Vale. Voy a descansar un rato a mi cuarto.
Me fui a mi cuarto empecé a
temblar, al principio me dije a mi mismo que todo estaba bien. Que mi abuelo
era una persona muy inteligente y sabía lo que estaba diciendo, y de lo que
estaba hablando. Que siempre había cuidado de mi, y que nunca me haría nada
malo, que confiaba en él plenamente. Pero entonces mi vinieron a la mente
pensamientos del tipo: ¿qué pasa si mi abuelo me quiere y me ama, y se preocupa
por mí y está haciendo todo esto por mi bien, pero simplemente está equivocado?
Es un ser humano, no sería tan raro que se equivocara. Muchas veces se ha
equivocado, incluso alguna vez me conto errores que había cometido con sus
pacientes, y que estaba trabajando en cómo superar la culpa. Ese pensamiento
empezó a crecer y a crecer en mi mente durante toda la noche como una sombra
negra. Hasta que ya no lo pude retener más como simple pensamiento. Cuando los
pensamientos negativos empezaban a tomar fuerza en mi cerebro normalmente solía
pedir ayuda a mi abuelo. Pero con quién podía hablar de esta cosa tan bizarra.
¿Quién de mi confianza podría escucharme sin hacerme sentir juzgado o hacerme
sentir que juzgaban a mi abuelo? Entonces cuando estaba a punto de sentirme
desesperdamente solo me vino la imagen de Julia a la cabeza. No habíamos
hablado demasiado, pero era una persona que cantaba en la calle y quería
ganarse la vida así. Pensé que ese nivel de rareza estaba casi al nivel de lo
que el loco de mi abuelo me estaba diciendo que necesitábamos hacer.
Julia respondió a mi mensaje privado
dos horas después, y me dijo que podría ir a su casa al día siguiente por la
mañana porque esa noche tenía demasiadas cosas que hacer -¿Sobre qué hora
podría ir por la mañana? –Sobre las ocho o las nueve está bien para mí, me
dijo. –Vale, muchísimas gracias, contesté. Para mis adentros estaba pensando
que era un poco tarde porque mi abuelo se solía despertar entre las siete y
media y las ocho. Pero no me preocupé mucho porque enseguida pensé que podría
salir unas horas antes de mi casa/casa mi abuelo, y tomar un largo y
recomponedor desayuno en cualquier bar o cafetería. Me puse a preparar una
bolsa de ir al gimnasio con las cosas esenciales que me parecía que necesitaba
para sobrevivir. A mis ojos con eso podría sobrevivir dos semanas sin lavar
nada, y luego ya me buscaría la vida para buscar un sitio donde lavar. A penas
dormí esa noche, y mientras preparaba todo eso, y combatía con el insomnio noté
que me sentía bien por un lado porque iba a evitar a hacer una cosa que en lo
más profundo de mi ser no quería hacer. Pero por otro lado, me daba pena mi
abuelo. Sabía que se quedaría preocupadísimo si yo desaparecía, no quería
hacerle eso a mi abuelo. Y entonces enseguida pensaba que mi huida no sería
larga y que no dejaría tiempo suficiente para que mi abuelo se preocupara
tanto. Simplemente me iría a un lugar en el que nadie pudiera forzarme o
presionarme para hacer cosas que no quería, pero no tendría porque pasar allí
un gran periodo de mi vida. Podría volver si conseguía sentirme a salvo otra
vez, como me había sentido la mayor parte del tiempo en casa de mi abuelo hasta
ese momento. Ese era el plan.
Así que
cuando dieron las seis de la mañana, salí de la forma más silenciosa que pude
de casa con mi bastante pesada bolsa, y todos mis miedos y esperanzas revueltos
en mi barriga a modo de ganas de vomitar. Casi todos los bares y los autobuses
empezaban el servicio a las siete de la mañana así que no sabía si caminar un
poco en dirección a casa de Julia o esperarme en un banco. Empecé a andar y
encontré un bar cualquiera, con sus típicas cosas de bar cualquier abierto a
las 6 y cuarto de la mañana. Se llamaba Evualá. Y
estaba allí abierto para dar cafés, cruasanes y tostadas a los currantes que
empezaban el turno a las 5 de la mañana o antes. Al tener bastante tiempo para el desayuno, y dinero
suficiente ahorrado del trabajo del paellador, me pedí lo que yo consideraba un
desayuno completo: una tostada con aceite, un cruasán de chocolate y un café
con leche. Pensé también en pedirme un zumo de naranja ya que vi que tenían
allí la máquina con todas las naranjas preparadas y con buenísima pinta, pero
pesé que ya era un poco demasiado. Así que con esas tres cosas en ese bar
manolo cualquiera con su nombre francés inventado de barrio Evualá me quedé
intentando ahogar mis penas en un desayuno completo.
Realmente sólo me quedé allí media hora, quería irme
a las siete menos cuarto, porque el servicio de autobús empezaba a las siete y
realmente no sabía muy bien donde estaba la parada ni nada, así que quería esos
quince minutos para usarlos en investigar eso. Finalmente encontré la parada
más cercana y pude coger el autobús de la siete en punto. Desde allí me quedaba
sobre cuarenta minutos para llegar a la zona donde vivía Julia. Ella me había
dado la dirección exacta de su casa, y un código para el portal de abajo, pero
no su número de teléfono, a lo mejor no tenía móvil, pensé. Intenté relajarme
durante esos cuarenta minutos de solitario viaje en autobús mirando los
edificios, monumentos, los parques etc. Pero era demasiado complicado controlar
todas las cosas que estaban pasando en su mente. El hecho de que el autobús
estuviera tan solitario no ayudaba a olvidar todas las inseguridades y miedos.
Parecía un viaje infinito, hasta que google maps por fin vi que quedaban sólo
dos paradas para llegar. Me alegre mucho al mismo tiempo que me puse muy
nervioso, cuando vi que en dos paradas volvería estar a salvo de nuevo. O al
menos eso era lo que yo esperaba. Bajé del autobús anduve los cuatro minutos
que ponía en el google maps que en realidad siempre son el doble, y llegué al
portal. Marqué el código y subí hasta el quinto derecha en el ascensor. Llamé
al timbre y en ese espacio de tiempo que pasó entre que llamé y ella abrió la
puerta tuve como un millón de veces repetido el pensamiento de irme a casa de
mi abuelo y simplemente decirle que no quería hacer un ritual medio satánico en
un autobús. Pero no. Ahí me quedé hasta que apareció Julia y me dio un gran
abrazo. -Hola muchas gracias por dejarme venir, sé que es muy pronto, pero es
que no podía estar ya más allí, la situación me ha desbordado. –Lo comprendo a
veces las ideas de nuestros familiares no pueden convivir con las nuestras y es
muy difícil sostener la situación. –Sí, eso es lo que ha pasado, bueno, más o
menos. –Si me lo puedes contar con más detalle más adelante, no te preocupes.
Lo importante ahora es que te sientas un poco más tranquilo. –Sí, muchas
gracias otra vez por dejarme venir, de verdad.- No te preocupes por eso, sólo
hay una habitación, pero el sofá es sofá-cama. –Eso está perfecto, de verdad.
No me importaría dormir en un sofá, pero si es cama a la vez pues mucho mejor,
muchísimas gracias. Además tampoco tengo planeado quedarme mucho. –¿Cuál es tu
plan? Bueno, si tienes como un plan, claro. –Si realmente hay un especie de
plan que básicamente es estar aquí hasta que tenga la valentía y encuentre la
manera de decirle que no quiero hacer lo que él piensa que debo hacer.
–Entiendo…-No te preocupes no me llevará años…es broma, creo que en tres días
máximo lo podré hacer, espero que sean menos la verdad. Me siento muy culpable
por toda la preocupación que le estoy causando a mi abuelo y quiero acabar con
esto cuanto antes. –Sí creo que sería lo mejor hablar con él lo antes posible.
Entonces Julia se acercó a mi muy despacio y empezó a hablarme muy despacio y
con un tono muy tranquilo, un tono casi zen que me recordaba a mis profesores
de yoga. -¿Qué es lo que te frena a hablar con él? ¿Tienes miedo de algo, de su
reacción, o de algo así?...yo no pude contestar enseguida, se produjo un
pequeño silencio entre esa pregunta y mi lenta e insegura respuesta. –Sí,
supongo que tengo miedo de su reacción, de que no acepte mi opinión, de que me
intenté convencer. Él ha sido el mayor de mis apoyos casi todas las veces que me
he encontrado en problemas que significaban mucho para mí, por no decir todas.
Él es una persona respetuosa y siempre me ha comprendido muy bien. Y la verdad
más que asustado por su reacción, que también estoy asustado por lo que vaya a
pasar a partir de ahora. Porque si no soluciono las cosas con sus ideas y
métodos de sanación alternativa, probablemente tendré que ir al psiquiatra
normal y eso aún me asusta más. –Lo comprendo. Y me dio un abrazo muy largo. Yo
no sabía qué hacer, estaba bastante asustado de contarle todas esas cosas de mi
vida a una medio extraña. Sin embargo algo en ella me hacía verla como alguien
de mi confianza. -Hoy si quieres puedo tomarme el día entero libre. Eso es lo
bueno de ser mi propia jefa ajhajah tengo tiempo para las cosas realmente
importantes de la vida. –Muchas gracias, dije yo, todo tímido. ¿Te gustaría
hacer algo juntos? Podríamos cocinar tu comida preferida, y luego dar una
vuelta o algo así… -Sí, me gusta ese plan.-Vale, ¿qué quieres que cocinemos?
–Pimientos rellenos, estaría bien. -¿Pimientos rellenos? -Sí.
Le
expliqué toda la receta, vimos varios tutoriales, y luego fuimos a un mercado
que había cerca, donde todas las paradas tenían muy buenos productos, a
bastante buen precio. Por un momento me vino a la mente todo el proyecto de mi
restaurante de comidas para llevar y la sensación de frustración que sentía al
respecto. Pero en seguida se me pasó porque la conversación de Julia me parecía
muy interesante y se la veía genuinamente ilusionada por hacer los pimientos
rellenos. Cocinamos, hablamos de porque ella había venido aquí, de cómo se
sentía cantar en la calle, de cómo había estado sobreviviendo, después fuimos a
dar un paseo por un parque que tenía un lago y dimos de comer a los patos, maíz
y lechuga. Para entonces ya eran como las ocho de la tarde. Volvimos a su casa.
Ella me dijo que solía cenar muy poco, o algo muy fácil de hacer como tostadas
y un vaso de leche, que podía coger lo que quisiera de la cocina. Que ella iba
a cenar eso y luego ya se iba a su habitación para prepararse para el día
siguiente. –Vale, muchísimas gracias por todo. Buenas noches.
Entonces
llegó el momento más terrorífico del día. El momento en el que me tenía que
quedar solo en ese sofá-cama y lidiar con mis propios pensamientos y paranoias.
El momento creyendo que alguien me perseguía en el autobús, la discusión
imaginaria con mi abuelo, todas las cosas que tenían que ver con el restaurante
fallando. Todo me venía a la cabeza sin parar, mi mente no me dejaba un descaso
para poder dormir, no fue nada fácil. El insomnio pudo conmigo y terminé
durmiendo tres horas y media. Al día siguiente, Julia me dijo que iría a cantar
al centro, sólo por la tarde que podía pasar la mañana conmigo. Yo le dije que
no hacía falta, que no se preocupara por mí, que haría mis cosas y que
intentaría pensar sobre cómo podía comunicarme con mi abuelo mejor. –Bueno eso
está bien, pero me cogeré la mañana libre de todos modos. Así que podemos hacer
algo si quieres. -Me gustaría comprar unas plantas para mi cuarto, hace tiempo
que lo quiero hacer. Sí, perfecto, iremos a desayunar y luego a unos viveros
que hay por aquí. Hicimos todo eso y nos lo pasamos bastante bien, cada vez me
sentía con más confianza con Julia y me lo pasaba mejor con ella. Fue una
mañana que me ayudo mucho a olvidar todo lo que me estaba pasando. Pero a lo
mejor, justamente por eso, cuando aquella tarde me volví a quedar solo me sentí
incluso peor, que la primera noche en ese sofá cama. Las primeras horas de
estar solo en aquella casa que no era la mía se me hicieron insoportables. Cada
vez me sentía más nerviosa, de los nervios pasé a la ansiedad y de la ansiedad
al principio de paranoia. Empecé a pensar que Julia tenía un plan para hacerme
daño, para envenenarme, atacarme por la espalda o algo así. Entonces cuando ya
no pude soportar más eso, llamé llorando a mi abuelo.
Cuando encendí el móvil que lo había tenido apagado
a propósito para no ver las llamadas que sabía que mi abuelo me habría hecho,
vi que en efecto me había llamado veinte veces. Entonces empecé a llorar más,
pero me di prisa en marcar su número. Me lo cogí enseguida. –Abuelo soy yo,
perdóname por haberme ido. Pero no quiero, no quiero hacer la psicomagia en el
autobús, no puedo. –Tranquilo, tranquilo, ¿Dónde estás Antonio? ¿Estás bien?
No, te preocupes ahora por eso, no tenemos que hacerlo, si no quieres, no es
preciso, no te preocupes.
Le
escribí a Julia, y que al final me había sentido capaz de hablar con mi abuelo,
y que volvía para su casa. Le dije que no se preocupara por mí, que ya me
encontraba mucho mejor y que le hablaría si quería cuando estuviera libre, para
contarle las cosas con más detalle. Volví a coger el mismo autobús que me
llevaba de vuelta, y pasé esos cuarenta minutos mucho más tranquilo. Aunque a
veces pensaba en que si no aceptaba la propuesta de la psicomagia de mi abuelo,
tendría que ir al médico normal, y no sabía qué me agobia más.