Soy un
albañil de 40 años con bastante experiencia en mi oficio, llevo desde los 20
años ejerciéndolo y como todo tienen sus cosas buenas y sus cosas malas. Muchas
veces me gusta mi trabajo, me gusta ver
como se mezclan los materiales duros; húmedos y secos; y cuando miro y toco mis
manos me recuerdan a las piedras. Son muy duras y ásperas sin embargo no son
demasiado grandes. Para ser honesto he de reconocer que mi autoestima no es muy
alta, pero otra cosa que siempre me ha gustado de mi mismo son mis dientes.
Creo que tengo una bonita sonrisa y a la vez también ellos me hacen recordar
toda la belleza que hay en la dureza de las cosas. Siendo más franco aún diré
que todo pasa factura a nivel físico y
mi cuerpo se encuentra muchas veces más agotado de lo que sería normal para un
hombre de mi edad.
Muchas veces
me puedo dar el capricho de ir a tomar un buen desayuno a una cafetería que
queda bastante cerca, lo que me suelo pedir es un bocadillo de tortilla y
longaniza con una coca cola y la verdad que lo disfruto muchísimo es mi sabor
favorito de bocadillos. Y si es un buen día y la gente de la cafetería se
encuentra generosa y me ponen unas aceitunas gratis, después de mi larga
jornada se me hace la boca agua solo pensándolo.
El otro
día llegue cansadísimo allí:
-Buenos
días
-Buenos
días
-Me pone
lo de siempre, gracias. Cuando vi my bocata y mis aceitunitas llegando en esa
bandeja la verdad que note una pequeña alegría cotidiana, parecida a la de
cuando ves a un perro simpático por la calle, o un pájaro que hace un sonido
bastante agradable. Pues bueno me dirijí a comerme mi bocadillo y cuando noté
mis dientes en el pan un dolor se me incó en la mandibula y me subía hasta la
cabeza pasando por los ojos. Vi el bocadillo y mis manos manchadas de sangre.
Me limpié la boca con una servilleta y tenía la boca llena de sangre. Entonces
ví que se me habían caíd tres dientes. Nadie se dio cuenta, pero una lagrima se
mezclo con la sangre que goteaba por la boca cuando vi que perdía mi perfecta
sonrisa.