Cpaítulo 5
Hola, soy Antonio de nuevo, lo
siento por el cambio de narrador inesperado, pero como ya os dije el agobio
pudo conmigo y tuve que parar de escribir. Mi abuelo consideró importante
contar lo de la psicomagia, y así lo hicimos. No descarto que mi abuelo vuelva
a seguir tomando el relevo de esta novela como narrador en los momentos que me
vuelva a agobiar. Pero así sigue el capítulo de la historia de cuando fui a
visitar el psiquiatra y todo lo que pasó después:
Fui con mi abuelo por primera vez a
la consulta del psiquiatra. Yo estaba temblando porque no sabía cómo/no quería
explicar lo que me había pasado en el autobús. Creo que sólo conseguí hacer el
camino de casa a la consulta porque iba en el coche de mi abuelo. De otra
manera me habría dado la vuelta a los cinco minutos de haber salido del portal.
Pero bueno después de tres millones
de ataques de ansiedad en un trayecto en coche que duraba veinte minutos, allí
estaba en el ascensor de ese edificio de oficinas subiendo al quinto piso, para
que me viera una psiquiatra por primera vez en mi vida. La idea que más me
asustaba era la confianza que tenía que tener
en esa persona sólo porque hubiera estado estudiando (no me importaba
que fueran diez años o cincuenta y cuatro). Literalmente le tenía que confiar
información con la que podía matarme en minutos. Entonces pensé que eso también
pasaba en el médico. La verdad que ese pensamiento no me tranquilizó nada, ya
que en la consulta del médico también pasaba muchísimo miedo. Por fin llegamos
al quinto, y mi ansiedad se empezaba a manifestar de forma física, con
temblores del cuerpo, entonces mi abuelo me paso el brazo por el brazo sin
decir nada yo apoye la cabeza en su barriga dos segundos, hasta que él llamó al
timbre. La recepcionista nos cogió los datos, nos acompañó a la sala de espera,
y nos dijo que esperáramos diez minutos, fueron unos diez minutos muy difíciles
de explicar, por un lado sentía que estaba haciendo lo correcto y que
simplemente estaba yendo a un sitio en el que podía recibir ayuda profesional y
además tenía el apoyo de mi abuelo. A la misma vez sentía que no podía confiar
en nadie, ni en profesionales, ni en mi abuelo, ni si quiera en mí mismo y
pensaba en salir corriendo, pero a la vez pensaba que si no podía confiar en mí
mismo daba igual que me escapara o no, porque nunca podría escapar de mi mismo,
aunque a veces quisiera. No sé cómo pude aguantar esos diez minutos sin tirarme
por la ventana de la sala de espera. Supongo que de repente recordaba cosas
buenas y volvía a ganar la confianza en mí y en mi abuelo, y por ende la confianza en el mundo.
Finalmente allí, cuando la persona
que había llegado antes que nosotros nos avisó de que ya podíamos al despacho,
allí estaba ese hombre calvo con gafas al que tenía que confiar los secretos
más oscuros de mi ser. –Tomad asiento por favor. –Gracias. –Bueno Antonio, ¿me
podrías contar un poco lo que te ha estado pasando las últimas semanas? Si
bueno, que me subí al autobús y me pensaba que había un asesino persiguiéndome,
y luego pues resulto ser que no. –Ahhhhh, entiendo. Y después de ese entiendo
que resulto ser el más falso que he escuchado en mi vida, ya que me hizo
muchísimas preguntas para entender lo que había pasado o cómo yo había vivido
lo que había pasado, que obviaban que no había entendido nada con la primera
versión de los hechos, le tuve que contar la versión extendida casi tan larga
como la de esta novela. Eso nos llevo como unos quince minutos. Después me
siguió haciendo del tipo: te había pasado esto antes o algo parecido, has
escuchado voces que no sabes de dónde vienen alguna vez etc. Yo le contesté con
bastante sinceridad “la verdad” bueno lo que para mí era la verdad, aunque a
estas alturas de mi vida estaba confundidísimo de que esa palabra ya
significara algo. Yo le comenté que a veces en los sitios público creía que la
gente hablaba de mi, o me miraba, que también muchas veces cuando veía gente
riéndose, en cualquier contexto, siempre pensaba que se estaban riendo de
mi.-¿Algo más que quieras contarme con respecto a todo esto que estamos
hablando Antonio? No, la verdad que eso es todo lo raro, preocupante que me ha
pasado. Bien, bueno muchas gracias Antonio, ahora tengo que hablar con tu
abuelo un momento, si nos disculpas. Y volví al pequeño infierno privado que
era esa sala de espera para mí. Después
de un rato corto allí, apareció el psiquiatra (su nombre es Mariano) para
decirme que si podía pasar a la consulta otra vez. Me senté otra vez en la
silla en frente de su mesa de despacho al lado de mi abuelo, el cual tenía una
mirada profundamente decidida y firme . –Bueno Antonio, he estado hablando con
tu abuelo a solas unos momentos porque ya que él es psicólogo y me ha dicho que
os conocéis muy bien, he pensado que sería bueno evaluar juntos las distintas
opciones que tenemos para entender y tratar lo que ha pasado.-¿Y bien? ¿Qué creéis que es lo mejor para mí? Mi abuelo
miró durante cinco segundo y entonces el psiquiatra empezó su
diagnóstico/sugerencia. Lo que te ha sucedido es un brote psicótico, en el cual
la realidad de tu mente no se correspondía con la realidad del mundo. Al ser la
primera vez no sabemos cómo irá evolucionando. Sin embargo, por lo que nos has
contado, parece que ha sido bastante intenso, y tu abuelo y yo creemos que
sería bueno que tomaras unas medicinas para prevenir que pase más adelante, o
prevenir que pase de esa manera tan intensa. –Ah. Comprendo. Vale, acepto. Me
parece mejor idea que lo de mi abuelo. –Vale, estas son las medicinas, un
momento que os haga receta y ya está. Tu abuelo sabe con qué frecuencia hay que
tomarlas y en cuanta cantidad. –Vale.
Durante el viaje en el coche hacia
casa mi abuelo me preguntó cómo me sentía, yo le dije que asustado pero menos
que la vez que me dijo que teníamos que hacer un ritual de psicomagia en el
autobús. Que creía que podría aguantar la tentación de salir corriendo. También
le dije que no entendía muy bien cómo las consultas de los médicos funcionan,
porque te dicen que tienes algo muy grave que va a afectar a toda tu vida pero
no te dicen el porqué ni nada. Simplemente te ponen una medicación y ya está. Mi
abuelo me respondió que es cuando vas al médico y si tienes algo sencillo te lo
explican más o menos pero cuando tienes algo grave no pueden, porque ni ellos
lo saben o porque necesitarían un curso de tres meses para que lo entendieras
de verdad. La verdad que me convenció bastante y luego estuvimos la mayor parte
del tiempo callados hasta que llegamos a casa.
-¿Mañana qué vamos a hacer abuelo?
-Pues nada no sé, no tenemos ninguna obligación, podemos hacer lo que queramos.
-¿Qué te gustaría hacer? -Comer algo
rico e invitar a Nuria a pasar la tarde y a que se quede a dormir. Hace mucho
tiempo que no la veo y la echo de menos, le he contado un poco de lo que me ha
estado pasando pero muy por lo general, porque no sé si lo va a entender. –Perfecto
podemos hacer eso, es verdad que no he visto a Nuria hace mucho tiempo. Pero
Antonio, estoy seguro de que entienda o no lo que te está pasando, ella seguirá
siendo igual de buena amiga que siempre, igual de divertida, lista y valiente
que siempre. Ya lo sé abuelo, yo confío mucho en ella, ya lo sabes. –Lo sé. -¿Quieres
que vayamos al Aldi a hacer las compras para la comida de hoy, y cenar y
desayunar con Nuria? – Vale. -¿Qué quieres comer hoy? Me gustaría comer pollo
asado con patatas al horno con cebolla. A Nuria le encanta comer pizza y batido
de chocolate, así que podemos comprar unas pizzas y helado y seguro que con eso
está contentísima. Su helado favorito el de masa de galleta/ cookie dough. Y la
pizza le encanta la de espinacas con queso. Y así partimos mi abuelo y yo con
grandes ilusiones hacia nuestro Aldi más cercano sin saber que aquello se
convertiría en la antesala de unos problemas bastante grandes.
Cuando llegamos al parquin todo
parecía normal, cogimos un carro y subimos las escaleras mecánicas hasta llegar
al supermercado. Compramos patatas y cebollas para el pollo asado, también el
pollo y después mi abuelo y yo nos separamos porque él se quedó comprando en la
sección de verduras unas cosas que necesitaba, y yo me fui a la parte de los congelados para comprar lo
que necesitábamos para Nuria. En cuanto me separé de mi abuelo, empecé a
sentirme inseguro y ansioso. Intenté tranquilizarme a mi mismo. Lo conseguí un poco hasta que llegué a otras
neveras dónde estaban las pizzas no congeladas y había una familia. Entonces vi
como la madre tenía algo escondido en la mano y venía hacia mi, yo me apartaba
pero ella seguía persiguiéndome con algo escondido en su puño cerrado. Entonces
aceleré mi paso todo ansioso en medio del Aldi buscando a mi abuelo. Lo
encontré como en unos cinco minutos o así, pero me parecieron como una hora. Me
acerqué a él, y le dije: -Abuelo, ¿podemos irnos? Por favor, por favor, no me
encuentro bien, necesito irme a casa ahora mismo. Cuando lleguemos a casa te
contaré lo que me pasa, ahora mismo no puedo. –Vale, nos vamos ahora mismo. Mi
abuelo dejó todo el carro lleno en medio del pasillo, y los dos cogidos del
brazo nos fuimos al parquin.
Cuando llegamos a casa le conté a
mi abuelo lo que había visto en el supermercado. A la señora escondiendo un
objeto y persiguiéndome. –Entiendo Antonio. Me dijo. -¿Quieres descansar un
poco? ¿Quieres que pospongamos lo de Nuria para mañana? -Si abuelo, gracias. –Vale,
estaré aquí en la cocina haciendo la compra online. Si quieres algo estoy aquí.
Creo que lo mejor sería que vieras una película de risa o algo entretenido que
no sea de pensar mucho. –Sí, abuelo, hasta luego. Mi abuelo compró todo lo que
necesitábamos y yo me quedé dormido mirando un capítulo de una serie de humor
sobre una familia desestructurada que lo arregla todo con mentiras, hasta que
se la mentira explota y luego después de discutir y llorar hacen las paces.
La mañana siguiente después de
desayunar con mi abuelo (una de mis cosas favoritas del universo, ya sea
desayuno especial de fin de semana o normal, de entre semana) decidí que me
haría bien un poco de contacto con mis amigos y mi novio. Habíamos estado un
poco distanciados con todo lo que había pasado. No tanto con Nuria, pero si
como mi novio y mi nueva amiga Julia, la cual quería conservar ya que me había
ayudado un montón y me parecía súper divertida e interesante. La conversación
con mi novio, fue muy íntima y de apoyo mutuo. Me gustaba mucho nuestra
relación porque aunque a veces nos distanciábamos bastante y pasábamos bastante
tiempo separados, siempre me sentía muy comprendido por él, no me daba miedo
compartir casi nada con él. Le hablaba de todas mis inseguridades y miedos y él
siempre estaba ahí para mí. Esa era otra de las cosas que me encantaba de
nuestra relación: la fidelidad. Pero no el sentido de que no nos viéramos con
otras personas sino la fidelidad tener largas conversaciones, de poder hablar
de todo, de no parecer inaccesible, de contemplar siempre el hecho de que su
tiempo y sus valores tenían tanto valor como los míos. Todas esas cosas son lo
que significa la fidelidad para mí, y él parecía entenderlo muy bien. Me
demostraba que consideraba que las cosas importantes para mí tenían ese valor.
Después de sentirme más enamorado que nunca de mi novio, le escribí un mensaje
bastante largo a Julia contándole todo lo que había pasado y después le escribí
a Nuria diciéndole que si quería venir al día siguiente a pasar la tarde y a
quedarse a dormir, que me apetecía verla y hablar con ella de todo lo que había
pasado, y también saber de ella que había estado haciendo y cómo estaba. Ella me dijo que claro, que me echaba de
menos a mí, y a mi abuelo también. Me alegré mucho cuando le escuché decir eso,
y la creí. La amistad es una de las mejores cosas en la vida. Una de las cosas
que mejor me hace sentir en este loco mundo.
Nuria llego con su sonrisilla
alegre llena de energía y un poco tímida. Mi abuelo se alegró mucho de verla.
También lo noté por su sonrisa. La verdad es que yo diría que soy un experto en
reconocer sonrisas falsas y sonrisas verdaderas, ya que ver una sonrisa
verdadera es algo que me da mucha energía sobre todo si la veo en la cara de
mis seres más queridos. Si veo a alguien que quiero mucho con una buena sonrisa
verdadera me da para estar lleno de energía por lo menos los veinte minutos
siguientes. Y después de esos veinte minutos se va reduciendo gradualmente,
pero yo diría que el efecto puede llegar a durar hasta una hora.
Y así, ese intercambio de sonrisas
entre Nuria y mi abuelo me dio energía para por lo menos dos horas y media. La
verdad que no la necesitaba porque sólo me esperaba una tarde de relax y
alegría con mis dos personas favoritas del mundo. Lo cual también me llenaba de
energía, al menos para afrontar un día o dos de hacer cosas por obligación. La
tarde pasó muy bien, primero los tres nos tomamos un café y nos contamos un
poco las vidas. Le contamos a Nuria todo lo que había estado pasando desde lo
del autobús. Ella nos contó que su vida estaba más o menos igual que había
estado bastante agotada con el trabajo porque la habían ascendido de su
posición en recursos humanos a jefa del departamento de recursos humanos, y que le estaba costando
bastante a las responsabilidades nuevas que tenía ese puesto. También nos conto
que había estado teniendo varias citas con varios chicos y que al fin había
encontrado a uno que le gustaba más, que la hacía más tliín y que liban ya por
la cuarta o quinta cinta ( lo cual era bastante porque con los otros el número
máximo de citas había sido tres). Después de estar hablando casi tres horas mi
abuelo nos dijo que se iba a la cocina a preparar la cena y unas cosas que
necesitaba para la comida de mañana.
Nuria y yo nos pusimos a ver una
película que iba sobre el hombre que inventó el ordenador se llamaba
“Recreando”. Estaba muy interesante y los actores eran muy buenos así que
estuvimos bastante atentas y sin hablar la mayoría del tiempo. Después fuimos a
cenar al comedor con mi abuelo las fajitas que nos había preparado. También
había nachos. Eso mi abuelo y yo sabíamos que era algo especial. Porque mi
abuelo los considera una tontería y para mí son una de mis comidas favoritas
del mundo. Entonces el término medio que encontramos fue comerlos en las
ocasiones especiales. Después de cenar seguimos bebiendo un poco de vino y
hablando mucho. Se nos hizo bastante tarde y mi abuelo se fue a dormir.
Nosotros seguimos hablando y hablando hasta que nos dimos cuenta que estábamos
hablando demasiado alto y era mejor irnos a mi habitación a hablar, para dejar
dormir a mi abuelo. Pusimos un serie de fondo en la tele a la que no
prestábamos ninguna atención hasta que poco a poco cada vez hablábamos menos, y
yo dije bueno me está entrando sueño Nuria, buenas noches. –Sí, a mí también,
respondió ella.
El cuarto en el que yo dormía en
casa de mi abuelo, “mi cuarto” tenía dos camas de 90. Esa noche yo dormí en mi
cama habitual que era la que estaba a la derecha de la ventana y ella en la que
estaba a la izquierda. Yo esa noche tuve pesadillas que en las que alguien me
perseguía y no sabía muy bien quién era, pero la verdad que eso era bastante
normal en mi. Casi todas las noches tenía esa clase de sueños. Entonces en una
de esas pesadillas me sentí atrapado, iba a ser capturado por la persona que me
estaba persiguiendo y me desperté del miedo. Pero el horror seguía en la vida
consciente fuera de mis pesadillas. De repente un voz que salí del cuerpo de
Núria, y que yo no sabía muy bien si era ella o no, me estaba hablando, y no
muy amistosamente. Era una especie de demonio que me susurraba cosas como: tu
abuelo te quiere matar, o te vas a morir pronto…Salí de la habitación muy
rápido y de la forma más silenciosa que pude. Desperté a mi abuelo y nos fuimos
los dos a dormir al sofá.
Por la mañana, desayunamos mi
abuelo, Nuria y yo como si no hubiera pasado nada, aunque yo estaba
nerviosísimo. Mi abuelo habló con Núria y le contó lo que había pasado por la
noche. Yo sabía que se lo estaba contando y me sentía aliviado y avergonzado a
la vez. Me sentía culpable, ¿cómo podía pensar que mi mejor amiga, que siempre
había estado ahí ayudándome en todo, y con la cual me lo pasaba tan bien era un
demonio? Me hacía sentir fatal. Me odiaba a mí mismo, no podía ser, era
intolerable. (alargar un poco más este trozo, a lo
mejor poner un poco más de detalle)
Después
de que Nuria se marchara, me quede llorando en sofá apoyado en el hombro de mi
abuelo. La sensación era aparte de horrible muy extraña para mí. Nunca me había
sentido así antes. Porque el sentimiento de pánico y terror era casi el mismo
que había sentido en el episodio del autobús, pero ahora sentía mucha más
culpa. Sentía que no había estado a la altura de mi amistad con Nuria. Le había
fallado, una parte de mi se sentía mala persona y miserable por eso, otra parte
se sentía como una gran víctima de un crimen horrible, asustado y violado.
Pensaba en qué podía hacer para reparar el daño que le había hecho. Más tarde
entendería que era muy poco lo que estaba en mi mano en ese momento, pero esa
idea aún estaba muy lejos de mi cabeza. Entre el pánico, la soledad, la culpa,
y el darle vueltas a qué podía hacer para arreglar las cosas, lo que me dio fue
un gran ataque de ansiedad. Y seguí llorando y llorando en los hombros de mi
abuelo por horas. Creo que me pasé una hora llorando con él, después el me dijo
que se tenía que ir y continué llorando dos horas más.