lunes, 11 de octubre de 2021

Capítulo 6

 Capítulo 6

Hola soy el abuelo de Antonio otra vez, en este capítulo estaré narrando la historia de nuevo:

Pues bien, después de lo que sucedió con Núria y la gran llantera de Antonio, me sentí muy asustado. No sabía exactamente lo que le estaba pasando a mi nieto, y sentía que la situación excedía a mis conocimientos como psicólogo, sabía que mi nieto tenía o estaba desarrollando un problema mayoritariamente psiquiátrico. Lo que me llevó a pensar en la medicación otra vez, algunos de los fármacos de los que Antonio estaba tomando los conocía, y sabía cómo funcionaban de una forma digamos general. Es decir, no entendía muy bien las cantidades que debían ser recetadas, cuáles eran más recomendables según qué situaciones, nunca había trabajado con casos prácticos. Sólo tenía un conocimiento teórico general. Lo que me hacía sentir muy inseguro y bueno, a estas alturas de la historia también estaba muy asustado. Al menos lo que había pasado con Núria, había pasado dentro de casa, y la reacción de Antonio había sido muy diferente. Había venido a pedirme ayuda, a recostarse en mí, a pedirme apoyo. No había huido esta vez. Eso hecho era importante para mí, que el confiara en mí, sino al cien por cien, que al menos no me considerara una amenaza. Con todo y con eso, la intranquilidad era muy grande, así que llame al psiquiatra.

Le conté que había habido otro episodio bastante parecido al del autobús, un poco, por decirlo de alguna manera, controlado, pero que sin embargo a mi me había parecido bastante grave. Me parecía grave porque las alucinaciones que estaba teniendo afectaban a los vínculos que tenía con la gente en la que más confiaba. Y como psicólogo, sabía de  la importancia de tener un entorno donde la persona se sienta segura y apoyada cuando pasan cosas que nos estabilizan. El psiquiatra y yo tuvimos una conversación bastante larga. Lo que él me dijo básicamente, fue que si la medicación que le había recetado a Antonio no estaba funcionando, o la mejoría no se notaba casi, la que se debía hacer era ingresarlo durante un periodo corto-medio en el hospital en la planta de psiquiatría. Que era la única manera efectiva de analizar la situación, porque él no podía estar inventándose lo que pasaba y por ende la medicación a aplicar. Escuchar eso fue doloroso, mucho. Me dijo que esa era su recomendación, pero que por supuesto Antonio y yo podíamos pensar sobre ello todo lo que necesitáramos y que éramos más que bienvenidos en la consulta.

Me costó mucho encontrar la forma en la que se lo diría a  Antonio. No sabía cómo podría reaccionar, si se escaparía, o si podría hacer algo incluso más grave. Entonces llame al psiquiatra otra vez, y le pregunté si podríamos ir Antonio y yo a la consulta, contarlo lo que había pasado otra con Nuria, y fingir que él y yo no habíamos tenido esa misma conversación antes. Me contestó que por su parte no había problema, y así lo hicimos.

Allí estábamos los tres, yo me sentía el mayor judas de la historia, pero también me reconocía vulnerable y humano. Había encontrado una forma con la que echar para delante en una situación que me desbordaba. Así que en mi interior sabía que estaba haciendo lo que debía, a pesar de que no fuera de la manera más valiente.

Antonio le contó lo de la noche con Nuria, como en sus alucinaciones la había tomado por un demonio amenazante. Y que el terror no le había permitido seguir durmiendo. –Ya veo. Dijo el psiquiatra. -¿Así que esta vez la sensación ha sido un poco menos intensa y has podido controlar un poco más lo que hacías y lo que pensabas? –Sí. Contestó Antonio. –Bueno Antonio por lo que me cuentas, lo que veo es que la medicación está resultando insuficiente, porque a pesar de que la intensidad del episodio que has tenido ha sido menor, se ha dado de una forma muy seguida al que habías tenido la última vez, y ha sido bastante grave. Me gustaría comentarte un posibilidad que considero sería beneficiosa para intentar tratar lo que está pasando, pero ante todo va a ser tu decisión, y quiero que me digas si te sentirías preparado más o menos, o demasiado abrumado.

Antonio dijo que le parecía bien, el psiquiatra le contestó que si no necesitaba más tiempo para pensárselo. Y él contestó que no. Que lo estaba pasando muy mal, que nunca lo había pasado tan mal en su vida. Y que sólo quería hacer todo lo que le dijeran los médicos para que toda aquella situación se acabara lo antes posible. Yo y el psiquiatra nos quedamos bastante sorprendidos, y yo me trague mis pequeñas lágrimas. Esas lágrimas que querían salir de mi lagrimal al ponerme en la piel de mi nieto. Y lo mal que lo debía estar pasando para haber decidido tan rápido una cosa así

El psiquiatra nos explico el proceso que había que seguir para ingresar en la planta de psiquiatría. Básicamente tenía que emitir un informe con el diagnóstico y la situación en la que se encontraba Antonio y probablemente nos tendríamos que esperar un día, para que pudieran preparar las cosas de la habitación y todos los papeles. Así que eso hicimos. Fuimos a casa a preparar las cosas. Una maleta con la ropa necesaria para un mes más o menos. Entre esos objetos no estaba permitido poner nada que pudiera ser útil para algún tipo de autolesión. No se permitía ningún tipo de objeto punzante, ni ningún tipo de cuerda, por supuesto nada de mecheros etcétera, etcétera. La mayoría de las cosas las preparé yo, porque Antonio estaba muy decaído. La entrada en el hospital y la despedida fue muy dura. Las enfermeras me recomendaron que si podía no me alargara mucho despidiéndome de él porque a veces eso hacía la situación incluso más complicada. Yo tomé el tiempo que consideré necesario, aún así intenté hacer el menor drama posible en la situación. Antonio parecía triste y asustado y le dije que no tuviera miedo. Que me habían dicho que íbamos a poder hablar todos los días. Y que si algo malo pasaba enseguida me podría llamar. Finalmente nos abrazamos muy fuerte y me fui. 

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