Capítulo 6
Hola
soy el abuelo de Antonio otra vez, en este capítulo estaré narrando la historia
de nuevo:
Pues
bien, después de lo que sucedió con Núria y la gran llantera de Antonio, me sentí
muy asustado. No sabía exactamente lo que le estaba pasando a mi nieto, y
sentía que la situación excedía a mis conocimientos como psicólogo, sabía que
mi nieto tenía o estaba desarrollando un problema mayoritariamente
psiquiátrico. Lo que me llevó a pensar en la medicación otra vez, algunos de
los fármacos de los que Antonio estaba tomando los conocía, y sabía cómo
funcionaban de una forma digamos general. Es decir, no entendía muy bien las
cantidades que debían ser recetadas, cuáles eran más recomendables según qué
situaciones, nunca había trabajado con casos prácticos. Sólo tenía un
conocimiento teórico general. Lo que me hacía sentir muy inseguro y bueno, a
estas alturas de la historia también estaba muy asustado. Al menos lo que había
pasado con Núria, había pasado dentro de casa, y la reacción de Antonio había
sido muy diferente. Había venido a pedirme ayuda, a recostarse en mí, a pedirme
apoyo. No había huido esta vez. Eso hecho era importante para mí, que el
confiara en mí, sino al cien por cien, que al menos no me considerara una
amenaza. Con todo y con eso, la intranquilidad era muy grande, así que llame al
psiquiatra.
Le
conté que había habido otro episodio bastante parecido al del autobús, un poco,
por decirlo de alguna manera, controlado, pero que sin embargo a mi me había
parecido bastante grave. Me parecía grave porque las alucinaciones que estaba
teniendo afectaban a los vínculos que tenía con la gente en la que más
confiaba. Y como psicólogo, sabía de la
importancia de tener un entorno donde la persona se sienta segura y apoyada
cuando pasan cosas que nos estabilizan. El psiquiatra y yo tuvimos una
conversación bastante larga. Lo que él me dijo básicamente, fue que si la
medicación que le había recetado a Antonio no estaba funcionando, o la mejoría
no se notaba casi, la que se debía hacer era ingresarlo durante un periodo
corto-medio en el hospital en la planta de psiquiatría. Que era la única manera
efectiva de analizar la situación, porque él no podía estar inventándose lo que
pasaba y por ende la medicación a aplicar. Escuchar eso fue doloroso, mucho. Me
dijo que esa era su recomendación, pero que por supuesto Antonio y yo podíamos
pensar sobre ello todo lo que necesitáramos y que éramos más que bienvenidos en
la consulta.
Me
costó mucho encontrar la forma en la que se lo diría a Antonio. No sabía cómo podría reaccionar, si
se escaparía, o si podría hacer algo incluso más grave. Entonces llame al
psiquiatra otra vez, y le pregunté si podríamos ir Antonio y yo a la consulta,
contarlo lo que había pasado otra con Nuria, y fingir que él y yo no habíamos
tenido esa misma conversación antes. Me contestó que por su parte no había
problema, y así lo hicimos.
Allí
estábamos los tres, yo me sentía el mayor judas de la historia, pero también me
reconocía vulnerable y humano. Había encontrado una forma con la que echar para
delante en una situación que me desbordaba. Así que en mi interior sabía que
estaba haciendo lo que debía, a pesar de que no fuera de la manera más
valiente.
Antonio
le contó lo de la noche con Nuria, como en sus alucinaciones la había tomado
por un demonio amenazante. Y que el terror no le había permitido seguir
durmiendo. –Ya veo. Dijo el psiquiatra. -¿Así que esta vez la sensación ha sido
un poco menos intensa y has podido controlar un poco más lo que hacías y lo que
pensabas? –Sí. Contestó Antonio. –Bueno Antonio por lo que me cuentas, lo que
veo es que la medicación está resultando insuficiente, porque a pesar de que la
intensidad del episodio que has tenido ha sido menor, se ha dado de una forma
muy seguida al que habías tenido la última vez, y ha sido bastante grave. Me
gustaría comentarte un posibilidad que considero sería beneficiosa para
intentar tratar lo que está pasando, pero ante todo va a ser tu decisión, y
quiero que me digas si te sentirías preparado más o menos, o demasiado
abrumado.
Antonio
dijo que le parecía bien, el psiquiatra le contestó que si no necesitaba más
tiempo para pensárselo. Y él contestó que no. Que lo estaba pasando muy mal,
que nunca lo había pasado tan mal en su vida. Y que sólo quería hacer todo lo
que le dijeran los médicos para que toda aquella situación se acabara lo antes
posible. Yo y el psiquiatra nos quedamos bastante sorprendidos, y yo me trague
mis pequeñas lágrimas. Esas lágrimas que querían salir de mi lagrimal al
ponerme en la piel de mi nieto. Y lo mal que lo debía estar pasando para haber
decidido tan rápido una cosa así
El
psiquiatra nos explico el proceso que había que seguir para ingresar en la
planta de psiquiatría. Básicamente tenía que emitir un informe con el
diagnóstico y la situación en la que se encontraba Antonio y probablemente nos
tendríamos que esperar un día, para que pudieran preparar las cosas de la
habitación y todos los papeles. Así que eso hicimos. Fuimos a casa a preparar
las cosas. Una maleta con la ropa necesaria para un mes más o menos. Entre esos
objetos no estaba permitido poner nada que pudiera ser útil para algún tipo de
autolesión. No se permitía ningún tipo de objeto punzante, ni ningún tipo de
cuerda, por supuesto nada de mecheros etcétera, etcétera. La mayoría de las
cosas las preparé yo, porque Antonio estaba muy decaído. La entrada en el
hospital y la despedida fue muy dura. Las enfermeras me recomendaron que si
podía no me alargara mucho despidiéndome de él porque a veces eso hacía la situación
incluso más complicada. Yo tomé el tiempo que consideré necesario, aún así
intenté hacer el menor drama posible en la situación. Antonio parecía triste y
asustado y le dije que no tuviera miedo. Que me habían dicho que íbamos a poder
hablar todos los días. Y que si algo malo pasaba enseguida me podría llamar. Finalmente
nos abrazamos muy fuerte y me fui.
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