domingo, 13 de marzo de 2022

Capítulo 7

 7.

Cuando mi abuelo se fue, me quedé allí solo con mi con mi compañero de cuarto, un señor de unos cincuenta años que no hablaba, y un montón de enfermeras que no paraban de hablar.¿No podía la gente hablar de una forma razonable? No sé como sería la expresión correcta pero hablar a un nivel intermedio entre el silencio y las palabras que no son conversaciones. Bueno, la cosa es que allí estaba y tenía que sobrevivir un mes, probablemente con mi compañero y las enefermeras como mi mayor compañía, así que tenía que adapatarme a ellos. Tampoco podía juzgar a mi compañero por no hablar porque hacía solamente diez minutos que había llegado. A lo mejor estaba cansado y ya no podía más. Cuando llegamos eran las ocho de la tarde y la hora de la cena ya había pasado. Nos habían avisado de todos los horarios y de más o menos cómo sería la dinámica de un día normal, así que había comido algo en mi casa. De todas maneras mi última preocupación era la comida. No paraba de pensar en mi compañer de habitación, en las enfermeras que no callaban y en la medicación que me iban a poner al día siguiente. La verdad que lo de la medicación me aterraba. Confiaba un poco más en ella que en los rituales de psicomagia de mi abuelo, sin embargo no paraba de pensar en todos los efectos adversos que me podría inducir. Me daba mucho miedo que me dejara todo el día dormido, o que me hiciera perder facultades de memoria o algo así. Nunca había tenido un amigo o conocido al que le pasara lo mismo que a mí. Ni tampoco me habían explicado nada en el istituto, universidad etc. No tenía ninguna referencia en la vida real que me guiara un poco por la situación por la que estaba pasando. Los consejos de mi abuelo, y alguna historia de sus pacientes era lo más parecido que tenía a un referente. Así que intenté mirar las cosas positivas que la situación me podía aportar y lo que más me esperanzaba era encontrar gente que estuviese pasando o hubiese pasado por cosas parecidas a las que yo estaba pasando. Estaba seguro que también conocería a gente con historias mucho más complicadas que las mías.

Desde que llegué a las ocho de la tarde, hasta las nueve de la mañana del día siguiente mi compañero durmió todo el rato. Había dos tandas de desayuno, una a las siete y otra a las diez. Yo me desperté muy pronto, o mejor dicho, a penas dormí, así que tomé el desayuno de las siete. La verdad que yo no era muy tiquismiquis con esas cosas un café descafeinado o zumo y bollería y/o tostadasme pareció un desayuno más que razonable. No era igual que tomar churros los domingos por la mñanaa con mi abuelo, pero no me había decepcionado para nada para ser un desayuno de residencia. Cuando volví a desayunar a mi habitación allí estaba mi compañero por priemra vez despierto.-Hola me llamo Antonio, dije.- Yo Rafael- Encantado de conocerte. -Lo mismo, voy a la tanda de desayuno de las diez, hasta luego.-Hasta luego.

Desde que Rafael se fue me quedé esperando a que llegara mi hora de cita con la psicóloga y después con la psiquiatra. La cita con la psicóloga no me asustaba tanto porque había estado en el psicólogo antes y lo encotraba una cosa bastante tranquila que me hacía sentir bien. Sin embargo, a pesar de que también había estado en el psiquiatra anteriormente, no lo consideraba una cosa tranquila que me hacía sentir bien. No era una charla en la que te sentías seguro y sacabas tus sentimientos a relucir (es decir lo que significa la terapia) para mí. Era un médico que te daba unas medicinas para la mente que te dejaban dormido tres días y que te hacían sentir que no eras ni tú mismo, pero al menos no veías demonios en el autobús. Si me paraba a pensarlo friamente era bastante horrible. Pero toda la cosa del ingreso estaba basada prácticamente en eso, así que no tenía ningún sentido que en ese momento me pusiera a pensar que no quería ver a la psiquiatra, que no quería tomar la medicación etc. Yo había tomado la decisión, por un momento pensé “yo he tomado la decisión libremente”. Aunque luego reflexioné para mí mismo que dadas las opciones que tenía no se consideraba que la palabra adecuada para describir el cómo había tomado la decisión fuera libremente.

A la hora de la cita con la psicóloga una enfermera entro en mi habitación para decirme que tenía que bajar a su despacho, y que se llamaba Fu, de Fulgencia.

-Encantado. -Bueno Antonio, vamos a tener una pequeña sesión, para ver cómo estás, cómo has estado estos días y cómo va la adaptación a la nueva situación. Solamente me gustaría que me contaras un poco la historia de por qué decidiste este ingreso voluntario, y cómo te sientes ahora mismo. -Pues básicamente creía que el demonio me perseguía en el autobús, mi abuelo me propuso un ritual de psicomagia para no verlo más, y yo dije que sí pero luego me dio mucho miedo y me escapé de casa de mi abuelo, fui al psiquiatra me puso medicación pero seguí viendo demonios y el psiquiatra me dijo que si quería ingresar, y dije que sí, fin.

-¿Por qué te dio miedo el ritual de psicomagia que te propuso hacer tu abuelo?

-Porque era una cosa muy estrambótica y estrafalaria a la cual en el fondo de mi ser no le veía mucho fundamento. -¿Y por qué no se lo dijiste? -Porque mi abuelo tiene mucha pasión por su trabajo, aunque esté jubilado todo eso de la psicomagia aún forma parte de las investigaciones que esta haciendo y no quería que se lo tomara como que no creo en lo que él hace. También porque no sabía muy bien cómo explicar lo que me estaba pasando así que no sabía cómo hablar del tema porque básicamente no tenía nada que decir. Lo único que quería decir era: “estoy muy mal, necesito ayuda de otro tipo.- Entiendo, y eso es lo que hiciste después de escaparte ¿no?-Sí. Y bueno, ¿Cómo te sientes ahora? -Pues asustado. -¿Por qué? -Por pensar cómo va a ser la gente con la que me voy a encontrar y por pensar en los efectos de la medicación. -Bueno en cuanto a los compañeros y al estar aquí tendrás que pasar por un proceso de adaptación por el cual todos pasamos cuando llegamos a un lugar nuevo, eso es normal. Y en cuanto a la medicación quiero que sepas que cualquier duda que tengas les puedes preguntar a las enfermeras o a mí. Yo vengo todos los días por la mañana y dos tardes a la semana, y suelo estar en el despacho, a veces estoy ocupada, pero te atenderé cuando pueda ¿vale? -Aham. -Bueno, ¿quieres preguntarme algo más, hay algo más que te gustaría saber o en lo que te pueda ayudar? -No, gracias. De acuerdo, bueno cada semana tendremos una cita, pero si necesitas algo como ya te he dicho estoy aquí siempre por las mañanas. Bueno, sí hay algo que me gustaría saber, la razón de por qué mi compañero Rafael está aquí y cuánto tiempo más o menos lleva aquí.  -Bueno Rafael lleva apróximadamente dos años aquí, pero no te puedo decir más porque la información de los otros residentes es privada y confidencial.

Después de la consulta con la psicóloga me fui a la habitación un rato porque aún quedaba una hora para que se hiciera la hora de comer. Cuando llegué a la habitación ahí estaba Rafael muy concentrado rezando el rosario. Yo la verdad que estaba bastante aburrido y tenía ganas de comentar con alguien cómo había sido mi consulta con la psicóloga pero él estaba demasiado concentrado no era una opción empezar una conversación con él. Pensé que podría comenzar alguno de los libros me había puesto en la maleta pero siendo sincero conmigo mismo sabía que no me iba a poder concentrar. En ese momento envidié a Rafael, sólo había tenido con el una conversación cordial, no lo conocía de nada, pero envidiaba su capacidad de concentración. Mi mente era un batiburrillo de pensamientos, dudas y miedos en los que no podía encontrar ninguna tranquilidad, que era lo que más me hubiera gustado tener en ese momento. Así que como estaba claro que empezar a leer un libro no era una opción, pero tampoco había nadie con quién hablar empecé a leer una de las revistas que mi abuelo también me había metido en mi maleta. En ese momento una vez más me sentí agradecidísimo al universo por tener a mi abuelo, y por sentirme tan querido y apoyado por él. Por que las revistas que había metido en la maleta realmente me estaban entreteniendo, y me hacían olvidar todas las dudas y miedos que estaba pasando.

La comida no estuvo nada mal, de primero había una crema de calabacín y de seguno salmón con chips de boniato. Nada era de excelente calidad, pero todos los ingredientes eran de mis favoritos, así que como no persona caprichosa que soy me quedé secretamente encantado con aquella comida de catering.

Por la tarde, es cuando empecé a conocer a Rafael, cuando tuvimos nuestra primera conversación. Bueno no sé si lo definiría como conversación, o más como monólogo, ya que apenas me dejaba hablar: Yo entré en la habitación y mi plan era o hablar un poco con él, si lo notaba con disposición a hablar o volver a leer un poco de las revistas de mi abuelo. Así que abrí la puerta, me metí tranquilamente en mi cama y acomodé el respaldo para que se quedara lo más verticalmente posible. Y así estaba yo sumergido en mis pensamientos sobre si estaba preparado para leerme alguno de los libros de mi abuelo o no cuando escuché “Hola, ¿cómo te llamas?”Me puse bastante nervioso -Antonio, ¿y tú? -Rafael Castro, encantado de conocerte Antonio. ¿Cómo estás encontrando todo, tus primeros días aquí y todo esto? -Bueno, todavía es muy pronto, llegué ayer. Por ahora sólo he hablado con dos enfermeras, con la psicóloga y bueno, ahora contigo. -Ah ya veo, dijo él. Mira hijo, no te dejes guiar mucho por las primeras impresiones, ya se que me viste ayer muy concentrado rezando el rosario, y eso a lo mejor te puede parecer extraño, o te puede dar la impresión de que soy una persona con valores antiguos ya sabes. Pero ya te digo yo que puedes contar conmigo para lo que quieras, si no sabes algo, o necesitas algo pidemélo sin dudar. -Gracias, dije yo.

-Yo no escondo mi fe, es algo muy importante en mi vida, y algo en lo que invierto mucho tiempo en cuidar, ya sabes, rezando el rosario, yendo a todas las celebraciones que me dejan, orando por las personas que amo, actuando de la manera en la que al señor le hubiera gustado. Aunque bueno, ahora yo estoy hablando de nuestro señor en pasado pero él es presente pasado y futuro, es eternidad y un ser muy cercano además. Algún diía te contaré la historia de porque él y yo estamos tan unidos. Ahora si me disculpas tengo que leer unos pasajes, y luego descansar un poco, que pases una buena tarde. -Gracias, dije yo.

Mi sensaciones de esta, llamémoslo interacción con Rafael, no fueron muy esperanzadoras, la verdad. Siempre me ha gustado ver la parte buena de todo el mundo, pero ya he aprendido que cuando la gente habla sin parar, sin apenas escuchar al otro es un rasgo bastante narcisista. Así que me dije a mí mismo que tenía que actuar con cautela. Eso me hacía sentir bastante triste porque lo que quería era un amigo con el que pudiera psármelo bien, y confiar. Por otro lado pensé que sería interesante conocer la historia de Rafael y de su profunda fe.

Cogí  las revistas de mi abuelo otra vez, y me puse a hacer como que las leía, pero la verdad que aquella conversación me había dejado sin energía alguna, simplemente miraba las ilustraciones y los dibujos, mientras esperaba a la hora de las llamadas.

Esa tarde me llamaron Nuria, y mi abuelo, esas dos llamadas fueron suficientes para descansar un poco de lo estresante que estaba siendo la situación, y sobre todo me hicieron descansar de la incertidumbre que estaba pasando. Como siempre pasase lo que pasese los dos estsban ahi para cuidarme y apoyarme. Las conversaciones fueron muy normales, sólo Nuria y mi abuelo, explicándome cómo les había ido el día y que básicamente estaban como siempre. Yo por mi parte les conté que la comida no estaba mal, que la visita de la psicóloga había ido normal y que compartía habitación con un hombre como de unos cincuenta y cinco años que se llamaba Rafael. No les conté nada de la conversación que habíamos tenido, porque era sólo el primer día y quería ver como se desarrollaban las cosas con respecto a él.    

 Después de las llamadas aunque me sentía mucho más tranquilo no sabía lo que me iba a encontrar en la habitación, si Rafael estaría durmiendo, leyendo el rosario, o hablador. Abrí la puerta y ahí estaba rezando el rosario, y por un lado me sentí aliviado porque no me apetecía nada hablar. Asñi que me puse otra vez a ojera las revistas de mi abuelo, esta vez tenía un poco más de energía para leer alguna columna o artículo que me pareció interesante. La revista era de bienestar, así que tenía contenido que iba sobre alimentación saludable, sobre deporte y actividad física, meditación, lectura etc. Mientrs esataba ojeando unas recetas que podría incluso transformar un poco para ponerlas en mi restaurante, me di cuenta que Rafael había dejado de rezar y que ahora esraba simplemente sentado en la cama. Me pareció raro porque tenía los ojos cerrados pero yo podía notar que no estaba dormido. De repenté me empezó a hablar: -¿qué tal el día, cómo ha ido? -Muy bien, gracias dije yo, aún adaptándome un poco a toda la situación pero he habaldo con mi familia y eso me ha puesto de muy buen humor gracias. - Seguro que tu familia es maravillosa porque una persona tan amable y simpática como tú debe haber crecido en un ambiente muy bueno y amoroso. Si bueno más o menos, parte de mi familia es muy buena y amorosa la verdad. -¿Prefieres no hablar de la otra parte? Jajajajajajajaj -Es broma, eso son unos asuntos muy personales que una persona decente nunca debe preguntar. Yo sólo puedo decirte que mi familia no fue muy afortunada, ni siquiera una parte. Mis padres lo pasaron muy mal en la posguerra, por eso mi infancia no fue muy fácil tenía que trabajar en la fábrica de mis padres llevando madejas de hilos de un lado a otro durante varias horas al día, porque mis padres no tenían casi dinero, así que apenas tuve infancia. No pude casi ir al colegio, porque no tenía tiempo, pero aún así era un niño bastante listo y aprendí a leer muy rápido. Escribir no se me da también pero con leer tengo suficiente para leer la biblia. Yo muhas veces pienso que la razón por la que fui bendecido es porque tuve esa infancia tan horrenda, nadie merece vivir sin haber sido niño.  -Lo siento. La verdad que me sentí bastante emocionado por lo que me estaba contando, mis condolencias fueron sinceras aunque aún encontrara a ese señor un poco extravagante y siniestro.

Mira un día te contaré cuando fue la primera vez que hablé con Dios, pero ahora te puedo enseñar por el ser a través por el que lo he visto manifestarse desde que estoy aquí en la residencia. Me invitó a que fuera hasta la ventana y señaló el único sauce que había en el jardín. Por ese árbol es por donde siempre lo oigo, bajo muchas veces, casi todos los días, siempre que puedo, y a veces está callado, no tiene nada que decirme, pero a veces me dice unas grandes verdades, otras me da misiones, para mi o para con alguien de mi alrededor. Pero siempre escucho todo, todo, hasta el silencio es importante escuchar. -Había llegado un punto de la conversación en el que yo ya no quería estar escuchando, pero no sabía que hacer, porque me daba miedo cortarle, por suerte para mi él mismo dio por terminada la conversación. -Bueno Antonio, ha sido un día largo, ya se que tú aún tienes que ir a cenar pero si me disculpas yo voy a intenatr dormirme, buenas noches. -Buenas noches.

Después de todo ese monólogo intenté quedarme ojeando la revista otra vez hasta que se hiciera la hora de la cena, pero no me quitaba de la cabeza todas las cosas que Rafael me había contado. Sobre todo lo del sauce. Los sauces son uno de mis tipos de árboles preferidos, y ni siquiera me había dado cuenta de que había uno en el jardín. Bueno eso era tampoco tan raro porque acababa de llegar, aún así ahora ya no sería lo mismo ir a visitar al sauce, porque según Rafael Jesús le hablaba por ahí. Con todos esos pensamientos dándome vueltas por la cabeza bajé al comedor a cenar. Con la cena, otra vez, no tuve ningún inconveniente, de primero había ensalada de espárragos, y de segundo pollo empanado y verduras al horno. El pollo estaba muy rico, y los espárragos también, las verduras eran un poco insípidas, pero de postre había unas dulcísimas mandarinas, mi fruta preferida, así que lo compensó. Después subí a mi habitación, estaba cansadísimo y lo que más deseaba es que Rafael estuviera dormido para poder dormirme yo también, y por suerte así fue.

La mañana siguiente tme levanté temprano porque tenía que bajar a desayunar a las ocho, así que un poco antes estaba ya fuera de la cama, y Rafael ya no estaba en la habitación. El desayuno siguió en la línea de todas las comidas anteriores, para nada decepcionante.

Subí a la habitación, la cual seguía vacía, sin rastro de Rafael, y dormí un poco más hasta que fuera la hora de bajar al despacho de la psiquiatra. La visita fue bastante rutinaria, y sólo consistió en una presentación cordial (ella se llamaba Flora de Florencia) me preguntó cuál era la medicación que había estado tomando hasta hora, yo se la dije y ella me dio una nuvea. Me explicó más o menos en qué conisistía y que si me parecía bien, y yo repsondí que sí.

Durante toda esa semana estuve yendo a los talleres de la residencia, que eran de jardinería, “actualidad” o informática. Las actividades me parecían entretenidas y algunas las encontraba bastante útiles, como por ejemplo lo que hacíamos en el taller de jardinería de distinguir el distinto tipo de tierra que teníamos que usar dependiendo del tipo de planta. Cosa bastante compleja e interesante que nunca enseñaban en el colegio o por la tele. Recuerdo que una vez, todo ilusionado me compré una maceta en la que venía ya plantado un árbol de mandarinas, yo todo ingenuo creía que podría hacerlo crecer dentro de mi habitación, y le puse hasta nombre, Clementine. Pero obviamente mi pobre árbol murió. La verdad que en aquella situación las razones por las que no sobrevivió pienso que tendrían más variables que solamente la tierra de la maceta, pero aún así pienso que es un interesante punto por el que empezar a introducirse en el fascinante mundo del cuidado de plantas. Durante los talleres tenía pequeñas charlas con algún compañero, o comentabamos alguna cosa cuando se hacía aburrido, pero la persona con la que más hablaba era Rafael. A veces desparecía durante mucho tiempo, y yo nunca lo preguntaba dónde había estado, y él tampoco hablaba del tema. Pero cuando estaba por la habitación y no estaba rezando, le contaba cosas de los talleres, de las comidas, de las visitas con la psicóloga, de la medicación o de lo que pensaba de otras personas de la residencia. Él siempre me daba su opinión, la cual siempre era tres veces más larga que el hecho ocurrida, o la idea que yo le había comentado primero. Pero me acostumbré a ello porque siempre estaba muy seguro de si mismo, y me decía cosas nuevas en las que yo no había pensado antes, que me hacían reflexionar mucho. Por ejemplo sobre una mujer de la residencia que yo le había comentado que siempre se compartaba maleducadamente, me contó toda su historia de vida, lo mal que lo había pasado, pero su conclusión era que eso no era una excusa para ella justificar su comportamiento, que simplemente era una estúpida egocéntrica; de las psicóloga opinaba más o menos lo mismo y me dijo que había tenido una gran discusión con ella porque no era lo humilde suficiente para reconocer que el poder de Dios que él tenía no se podía comparar con una carrerita de cuatro años en la facultat de psicología.

Durante esa semanas también recibí un montón de llamadas de mi abuelo y de mi amiga Núria. Las llamadas eran mi momento preferido del día y de la semana. De normal eran bastante monótonas, consistían en conversaciones con mi mejor amiga y mi abuelo contándonos lo que habíamos hecho durante el día, aunque fueran en ese sentido aburridas, me llenaba el corazón saber de los pequeños momentos de su día a día. Un día, contra todo pronóstico, tuve una llamada más sorprendente, que me alegró muchísimo. Era Julia, pregúntandome que si me acordaba de ella y que si había estado mejor después de todo lo que pasó, que sólo quería saber un poco de mí. En ese momento me sentí muy agobiado y se me vinieron miles de posibles respuestas a la cabeza. Se me pasó por la cabeza mentir, contarle la verdad con pelos y señales, contarle la verdad escondiendo una gran parte de ella, hacer lo mismo sólo escondiendo una pequeña parte de la verdad. Así que le dije: -Sí, más o menos bien, han pasado bastantantes cosas desde la última vez que nos vimos pero no te quiero aburrir con mis historias ¿cómo estás tú? - Bien, gracias he estado sobreviviendo con el dinerillo de las canciones, también he estado subiendo más cosas a las redes sociales, y parece que a la gente le está gustando bastante. Eso me hace muy feliz aunque aún no me da nadad de dinero pero me da fuerza para continuar con mis proyectos. También un familiar mio en sudamérica me ha ofrecido casa y ayuda económica para pagarme el vuelo por si quisiera ir a verle pronto, y sigo pensándomelo. Pero la verdad me gustaría que me contaras lo que te ha estado pasando si no es algo demasiado privado, porque me quedé preocuapda la última vez que nos vimos, y espero que tu abuelo y tú estéis bien. -Mi abuelo y yo estamos bien dentro de lo que cabe, porque cuando volví a casa de mi abuelo, después de tener una charla con mi psiquiatra decidí ingresarme en una planta de salud mental voluntariamente. Y sigo aquí, de momento me dejan usar el móvil dos horas al día, y has tenido la suerte de llamarme en una hora que ha coincidido con el horario de llamadas; Me alegro mucho de que tu proyecto musical vaya creciendo en las redes sociales, y también de que puedas hacer algo de dinero con ello, te lo mereces,eres muy talentosa y trabajadora; Lo del viaje suena muy emocioanante, me daría un poco de pena si te fueras de la ciudad, pero siempre es bueno ver a personas queridas y visitar lugares lejanos para comprender el mundo un poco mejor, con más perspectiva. -Oh Oh, no me imaginaba que te estuviera llamando al hospital ahora mismo, oh perdona si mi llamada ha sido un inconveniente, perdona. -No, no te preocupes para nada, todo lo contrario, tu llamada me está alegrando el día, me encuentro de mucho mejor humor desde que he descolgado el teléfono, jajaja. -Oh, oh, vale, quiero decir, me alegro jajaja ¿Cuánto tiempo llevas en el hospital? -Muy poco, menos de una semana, creo que 5 días, pero se me están haciendo largos la verdad. -Imagino, entonces ¿te gustaría que te volviera a llamar pronto sobre la mismo hora? Ahora mismo no puedo hablar más porque he quedado con alguien y no me gustaría llegar tarde. -Claro,claro si me vuelves a llamar pronto me alegraré mucho. -Vale pues cuenta con ello pues. -Vale, hasta pronto, adiós. -Adiós.

Cuando colgué el teléfono, me costó reaccionar a lo que acababa de pasar, porque esa chica que había conocido en la calle siempre me sorprendía para bien. La primera vez que me ayudó tanto, apenas nos conocíamos. Recuerdo que a veces me sentía mal y avergonzado por la ayuda que le pedí y que ella me dio sin casi conocernos. Pero ahora ella me había llamado por su propio pie, cuándo yo creía que apenas se acordaría de mi, o no tendría más intención de procuparse por mi vida, pero realmente parecía interesada, y alegre de hablar conmigo. Yo también me sentía muy contento de poder haber hablado con ella de nuevo.

Parecía que iba quedar un buen día por que por la mañana todo había ido normal, y por la tarde Juliete me había llamado, pero cuando llegué a mi habitación todo cambió. Rafael estaba en la cama, llorando y temblando, acurrucado en posición fetal. Enseguida, mi estado de alegría paso a ansioso. Me acerqué nerviosísimo -Voy a vomitar, dijo. Y se fue al baño. Salió del baño un poco más calmado y volvió a su cama. -¿Quieres que avise a la enfermera?, pregunté. Me agarró muy fuerte del antebrazo y me dijo: Si de verdad quieres ayudarme tienes que hacer lo que yo te diga sin decírselo a nadie porque no confio en nadie más que en ti. Eres la única persona a la que aprecio de verdad de este sitio, la única que sé que no me traicionará. Escucha, necesito salir de aquí mañana, alguien va a venir a recojerme a la estación del tren y necesito que me ayudes a salir del hospital sin que nadie se de cuenta. Ya lo intenté hacer una vez y me pillaron, así que siempre están muy alerta cuando ando por el jardín cerca de la valla, por eso necesito que vayas tu primero a ver si no hay nadie alrededor, si no hay nadie me tienes que hacer una señal y yo te puedo ver desde aquí, por la ventana. El sitio por el que es fácil escaparse se ve desde nuestra habitación, puede que me pillen mientras bajo y llego hasta allí, pero hay menos posibilidades. Ese es el plan, no me hagas perder el tiempo, sólo dime si me vas a ayudar o no, si eres tan buena persona como pareces o sólo eres un falso que va mendigando conversación a un pobre viejo como yo. -Me lo tengo que pensar, contesté. Enotonces desde la cama se erguió un poco, me cogió de los dos antebrazos y me empujó muy violentamente hacia mi cama. -Déjame en paz, no me hables más, y como le digas a alguien lo que te he dicho preparate para no ver a tu familia más en tu vida ¿me estás oyendo?

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