En algún lugar perdido en la Grecia antigua, en
algún callejón oscuro y abandonado de una ciudad no muy importante se esconden
nuestros tres protagonistas en busca de un poco de paz, tranquilidad y comida.
Como buenos expertos en callejeo y sitios oscuros encuentran un mugriento
acogedor bar en el que no les ponen mala cara por no ser humanos. Ellos son dos
monstruos aterradores y una pequeña ninfa de los árboles: Un argós, un caribdis
y una díada. El argós, un gigante de cien ojos que en su día a día se dedica
incansablemente a proteger día y noche con algunos de sus ojos dormidos y otros
despiertos, le encantaría una buena sopa de bichos viscosos y vegetales;
Caribdis que en su día a día, en su forma de huracán marino se dedica a
destruir todo cuanto puede se muere por simplemente estar un rato tranquilo
mientras se come unos macarrones a la boloñesa acompañados con cabezas humanas
principalmente porque son sus preferidas, aunque si vienen mezcladas con
cabezas de otro tipo de especie no le molesta porque él no hace ascos a nada en
cuanto a comida se refiere. Por su parte la díada se encuentra fuera de su zona
de confort, que es el bosque. Y no le ha dicho nadie de su entorno más cercano,
dónde y con quién está, así que para ella pasar un rato con dos monstruos
gigantes en una callejuela de una ciudad cual sea es una emocionantísima
aventura. Por ello quiere también probar a comer algo que sea nuevo, asqueroso
y excitante para ella. En el bar se sientan en una mesa que les queda un poco
pequeños debido a ser, una bestia marina, un gigante y una ninfa, pero
afortunadamente nuestros protagonistas ya están acostumbrados. El camarero se
acerca y les enumera los platos que tienen ese día: sopa de sangre, macarrones
con cabezas mixtas, musaka a la boloñesa, paella con romero, empanada con
fermentos varios o reducción de dientes de tiburón. La ninfa intentó decidir
rápidamente lo que era más extraño y podríamos decir extremo para ella y pidió
macarrones con cabezas mixtas. Estos llegaron con cabezas de personas, de animales,
de otras criaturas mitológicas, incluso nuestra ninfa llego a creer que había
alguna de semi dios. Por otro lado como el Caribdis y el argós no encontrarón
en la carta exactamente lo que querían, se decidieron los dos por la reducción
de dientes de tiburón. Esta llego servida en la mandíbula del tiburón y
simplemente aliñada con un poco de hierbabuena, eneldo y cebolleta. Los tres
quedaron muy agusto después de este banquete típico griego para monstruos,
criaturas y demás seres de la antigüedad humanos o no.
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