lunes, 28 de septiembre de 2020

Ejercicio de comienzos

 

Ex abrupto:

            De repente estaba ahí tirada en el suelo con mi bici al lado. Estaba contenta porque había logrado estrellarme contra la pared y no contra ninguna otra persona. Tampoco me había chocado la cabeza contra el suelo porque la había amortiguado con la mano. Pero la muñeca me dolía muchísimo como si me la hubiera roto. Y aunque quería llorar del dolor ni si quiera me salían las lagrimas. De repente también me dolía muchísimo, como no la había hecho nunca, el tobillo. Las lágrimas me empezaron a rodar por las mejillas muy poco a poco. De repente perdí la conciencia. Cuando me desperté estaba en casa de un familiar con quién no me hablaba hacía años. Vivíamos en un pueblo muy pequeño y por eso estaba allí. Aunque no nos hablábamos me había visto en la calle inconsciente y me había recogido. Yo estaba en parte agradecida, en parte asustadísima porque la razón por la que nos habíamos dejado de hablar era porque era una persona extremadamente manipulativa que aprovechaba todo lo que sabía de los demás para su propio beneficio, que normalmente era hacer sentir mal a los demás, de lo vacía que estaba.

 

Uso del condicional:

Si nos conociéramos más, ¿nos gustaríamos tanto?. Es lo que más me divierte de sentirme atraída por desconocidos, puedo inventarme sus personalidades, crearlas en mi imaginación y luego asociarlas con alguna parte de su cuerpo. Pienso en las marcas de la cara y lo mucho que dicen de lo que habrá reído en la vida y lo optimista que habrá sido esa persona. Luego lo pregunto y me dicen sí, mira ves y estas de la frente es porque frunzo mucho el ceño. Veo unas manos gruesas y con heridas y pienso en la cantidad de años que habrá pasado esa persona trabajando y luego resulta ser un herpes o cualquier otra enfermedad de la piel. Me atrae alguien sin pelo y me imagino cómo sería esa persona sin pelo. Por eso me gustas tanto cuando sonríes y pones cara de que no has hecho nada malo en tu vida me lo puedo creer del todo hasta lo más profundo del significado de esa frase. Y cuando muestras interés por algo como no sé de verdad cuanto tiempo estarás pensando en eso, no sé si un segundo, minutos, media hora, durante días o meses, puedo imaginarme lo que yo quiera. Pero si nos conociéramos más ¿qué pasaría? ¿Descubriría como era tu pelo hace diez años y me dirías que el mismo castaño oscuro normal y corriente que tienes ahora pero sin los tres o cuatro pelos blancos?; ¿Nos aburriríamos el uno del otro?  ¿Nos gustaríamos más?  ¿Nos evitaríamos?  ¿ Nos controlaríamos?... ¿A veces pienso qué pasaría si siguiera teniendo citas con desconocidos toda mi vida, y no volviera nunca a tener una relación o algo parecido? Me gustaría conocer a alguien que lo haya hecho y preguntarle

 

 

 

Uso de paradojas, antítesis o adjetivos contradictorios

Cuanto más se rompía su familia más feliz se sentía. Cuantas más discusiones y violentas que predecían el divorcio de sus padres más calma y tranquilidad predecía para su propia vida. Vivía muchas situaciones parecidas en su día a día. Las conversaciones superficiales con los vecinos le parecían de lo más violentas. Gente pretendiendo que se preocupaban o les importaba lo más mínimo las cosas que le pasaban, lo sentía como un pellizco de los que dejan moratón. En su soledad y silencio era donde más acompañada y divertía se sentía. Sin las mentiras de la gente y la compostura más forzada. Cuando levantó el teléfono y su madre le dijo que había pedido el divorcio en su cabeza visualizó la fachada de un edificio de viviendas derrumbándose. Se sintió tranquila y en paz como cuando era una niña pequeña. Con esa paz se quedó dormida. Sabiendo que al día siguiente todo el mundo le brindaría apoyo y un lo siento, por lo mejor que le había pasado en años.

 

 

La descripción de un entorno inusual

Héctor y su camaleón se encontraban en el desierto de Almería. Se habían perdido y a mitad de camino entre Valencia y Cádiz habían acabado en ese paraje bello y agobiante. Llevaban horas conduciendo y Héctor sentía que ya no podía más tenía que parar a descansar por no hablar del calor que estaban pasando, porque el aire acondicionado del coche funcionaba a sus mínimos. Bajaron y se sentaron a comer algo. El  calor era como una plasta que se pegaba al cuerpo y hacía que fuera difícil hasta moverse. A su alrededor no había más que unas montañas no muy altas, áridas, de tonos pálidos y grisáceos y el suelo se agrietaba por cada centímetro de superficie. El sol le parecía a Héctor que era la vez que más grande lo había visto y quizás más cerca lo había sentido en su vida, por no hablar de la intensidad con la que penetraba en su cuerpo. Desde la cabeza que era en la parte donde esa intensidad se llegaba a transformar en dolor pasando por el cuello, el pecho, los brazos, las muñecas, y así hasta los pies que le ardían. En su corto camino de vuelta al coche, mataron a algunos insectos que era la única vida que parecía haber cerca.

Romper la lógica del lector

Esta historia empieza en la ciudad más fea en la que nunca has estado. Allí estaba esperando al autobús comiéndome un cono de helado con dos bolas. Una de stracciatela y otra de chocolate negro, esta buenísimo. Estaba siendo un momento fascinante cuando por casualidad vi que en la otra acera estaba tu ex. Yo ni si quiera te conozco, ni a ti ni a él, sin embargo la sensación que sentí en la barriga era la misma que la que tengo cuando me cruzo en la calle a algún ex que me gustaría no ver nunca jamás en mi vida. Pero por suerte en ese mismo momento llegó el autobús. Ese autobús que para llegar al destino tardaba una hora y pasaba por tu playa preferida, tu parque preferido, el lugar en el que peor lo pasaste cuando eras un niño y por un restaurante que te encanta. Llego a mi casa y de repente toda mi familia es tu familia y todo esta historia sigue así, las cosas que me pasan, seguirán pasando con personas a las que tú has conocido, lugares en los que tú has estado e imágenes que sólo están en tu memoria e imaginación. Y mientras yo cuento mis peripecias tu tendrás que mezclara las tres.

 

sábado, 12 de septiembre de 2020

Los libros de Faustino

 

Había una vez una ciudad en la que estaba prohibida toda manifestación explícita de la imaginación, por supuesto la gente la seguía usando como facultad interna de todos los seres humanos. Pero estaban prohibidos todos los libros cuya finalidad no fuera única y exclusivamente académica; las películas, las obras de teatro, la música y las bromas en público, los planes de futuro que no estuvieran dentro del plan marcado por el gobierno. El plan era que todas las personas de la ciudad debían trabajar en el sector de las granjas de vaca en las que se producía leche y queso. El paisaje de la ciudad era precioso lleno de praderas verdes y montañas altas por la parte del norte. Sin embargo las mayorías de las vacas leche estaban encerradas en granjas en condiciones que les hacían enfermar o morirse. Andrés Mariano era un chico al que se le daban muy bien las matemáticas pero también había encontrado algunos libros escondidos en casa de su abuelo Faustino detrás de los azulejos de detrás del espejo del baño. Solo había podido leer como seis o siete libros en toda su vida, no era mucho porque tenía 24 años, pero en comparación a todas las personas de su familia, conocidos, amigos etc. era muchísimo. Desde pequeño siempre había usado mucho su imaginación ya que le aburrió tremendamente el colegio y el instituto completamente enfocado a los conocimientos que hay que tener para manejar maquinas de las fábricas y para hacer crecer a una vaca de la manera que más provecho económico pueda dar. A pesar de que él tenía una gran inteligencia lógica para entender todos estos procesos tan automatizados y estrictos, la forma en la que había luchado contra los niveles desesperantes de aburrimiento y desesperanza siempre había sido imaginarse historias, lugares, personas, seres…

Durante ese tiempo Andrés Mariano trabajaba en una tienda de quesos como dependiente y encargado, un día se le ocurrió la idea de que podía poner pequeñas historias dentro de los quesos, al principio tenía un poco de miedo por lo que podría pasarle si le descubrían. Pasó algún tiempo y nada parecía haber cambiado desde que tuvo esa idea, todo seguía igual por su tienda, por su calla por todos los lados de la ciudad. Y así pasaron cinco o seis meses, hasta que un día un niño que se llamaba Pablo  muy secretamente en una voz bajísima le contó   que coleccionaba las historias y cuando nadie le veía antes de dormir las ponía en la mesilla y las mezclaba para crear nuevas o las cortaba, o las pegaba. Que a veces él se inventaba las suyas que se parecían un montón a las de él pero sucedían en otros lugares o el orden de lo que pasaba era diferente. Andrés Mariano sentía que su corazón latía muy rápido y estaba tremendamente asustado esa conversación podría hacer que perdiera su trabajo, que le condenaran a cárcel, incluso gente querría matarle por no hablar de lo que podría pasar al pobre niño. Sin embargo una lágrima que sólo él notó salió del lagrimal para no ser vista ni notada por nadie más que él mismo.  Y se sintió agradecidísimo al universo o a quién fuera por ello. Ya que las emociones eran un signo claro de que la imaginación podía estar cerca y estaban muy mal vistas en general y muchísimo más en público.  A pesar de todo eso sintió una felicidad profundísima, se sintió como todos los momentos en los que había sido genuinamente amado, genuinamente libre, verdaderamente contento y satisfecho con su existencia en el mundo. Pero Pablo siguió contándole en su tono secretísimo que también gracias a eso sus sueños habían cambiado. Que soñaba cosas rarísima de animales, sitios que no existían o gente que conocía haciendo cosas que él sabía que nunca harían en la vida real. Entonces Andrés Mariano sintió toda la alegría que había sentido cuando Pablo había empezado a contarle todo pero multiplicada por siete y varias lágrimas le rodaron por segundos por sus no existentes mofletes. Pabló las vio pero no dijo nada y se fue corriendo. Toda esa alegría le duró muchísimo le dio una energía enorme, escribió más historias por meses y meses. Siguió haciendo sus tareas de la tienda, y por algún tiempo sintió algo que no había sentido antes, o no recordaba haberlo hecho: paz. Estaba tranquilo y satisfecho con su vida y consigo mismo. Un día cuando estaba yendo a los contenedores que había en el callejón oscuro de detrás de la tienda, para tirar la basura, una persona apareció de repente y le clavó un cuchillo por los riñones. Andrés Mariano murió en el acto. Entonces su asesino se sentó a su lado en el callejón y lloró hasta que tuvo fuerzas suficientes para ir a esconder a Mariano.

Capítulo 10

  10 Hola soy Antonio otra vez, ya estoy un poco m ás recuperado después de estos capítulos sin hablar. Ya siento que tengo energías suficie...